La boda de Fran y Sandra en León, León
Elegantes Verano Fucsia 4 profesionales
F&S
15 Ago, 2015El día de nuestra boda
Había oído mil veces que el día de tu boda era el día más feliz de tu vida y ahora puedo confirmar que así es. Aunque tengo la suerte de compartir mi vida con una persona que cada día me hace feliz, el día de mi boda fue realmente especial.
Pensé que la noche de antes (después de una mini-preboda que habíamos preparado para la gente que venía de fuera) no dormiría nada, puesto que yo soy muy nerviosa y la ocasión lo merecía. Pero dormí con la persona más importante de mi vida, además de mi ahora marido, y que es un remanso de paz: mi hermana; y descansé perfectamente. En cuanto sonó el despertador ¡nos pusimos manos a la obra! ¡Y yo estaba feliz y relajada!
Lo primero era la peluquería (Mandarina Peluqueros) donde estaban de los nervios todas menos yo. Como fui la primera en estar lista, me fui a buscar a mi abuela a su peluquería y pase yo misma a por mi ramo de flores (a la floristería Sela). Ya en casa, llegó Rocío, amiga de la familia y la profesional encargada de maquillarme, y Peio, el fotógrafo. A partir de ahí, el tiempo pasó volando. Me pusieron guapa, me vestí, posé (sexy vistiéndome y luego con mi familia en el jardín, ¡qué guapos estaban todos!) y llegó la hora. El Mercedes Benz clásico, negro y descapotable que me facilitó El Cigarral me esperaba a la puerta y cuando subí, de la mano de mi padre, ¡me vinieron todos los nervios de golpe! ¡Uf! Había llegado el gran día y por la mente se me pasaba de todo: nervios de ser la protagonista y emoción por la misma razón; felicidad por el paso que iba a dar con Fran; mucha ilusión por tener a toda nuestra gente unida en un mismo espacio y día; miedo a que no todo saliera bien después de meses de preparación…
Seguir leyendo »El nudo en la garganta me duró lo mismo que el trayecto de mi casa a Cembranos. Cuando llegué, Óscar (uno de los mejores profesionales que tiene El Cigarral y la persona encargada de ocuparse de todo en nuestra boda) me recibió con una sonrisa y me dijo que tranquila, que disfrutara. Puesto el pie en el suelo, ¡empezó el sueño! Fran me esperaba, en lo alto de las escaleras, más guapo que nunca (traje con pajarita y fajín de Hugo Boss). En el mini paseo que dimos hasta la mesa donde estaba el concejal, pude ver y emocionarme con la mirada y las sonrisas de mis amigos y familiares. Minutos más tarde rompí a llorar con una lectura de mi cuñada en la que se acordaba de las personas que no estaban presentes en ese gran día (como mi suegro y mi abuelo) y se me paró el corazón cuando de sorpresa salió a leer mi hermana. Uf, sólo de recordarlo vuelvo a llorar. Habló de lazos que nunca se rompen a pesar de la distancia y mi orgullo, al verla y escucharla, me salía por cada poro de mi piel... El punto de humor lo pusieron dos de nuestros mejores amigos al leer unas peticiones muy personalizadas y el concejal que me cambió de nombre en el momento de los votos…
El cóctel salió perfecto para los invitados: mucha y rica variedad de aperitivos y de fondo un pianista (Roberto del Valle) tocando bandas sonoras de películas (toda la boda la hicimos de cine, desde la música elegida, el mesero, los carteles de las mesas, hasta el photocall); pero creo que fue lo más agobiante para nosotros. No éramos muchos (unos 108), pero todos nos querían saludar y hacerse fotos. ¡Yo me tiré hasta un poco de salmorejo por el vestido! Era la segunda anécdota del día y quedó en nada porque una de las camareras vino enseguida con un paño húmedo y se quitó todo perfectamente.
La entrada al comedor fue otro de los momentos especiales en este día. Elegimos la canción de “Shot me down” (la versión de David Guetta de una de mis películas favoritas, Kill Bill) y entramos dando saltos, todo el mundo se puso de pie a bailar. ¡Fue genial! ¡Y la comida también! Mucha gente me había dicho que los novios no llegan a disfrutar de la comida porque se levantan y están pendientes de muchas cosas. En nuestro caso, eso no era una opción, porque nosotros somos de buen comer y sí que disfrutamos, y mucho, porque estaba todo exquisito del banquete.
La tercera anécdota de la boda estaba al caer y nunca mejor dicho: quise ir al baño y había que bajar unas escaleras… Pues sí, me resbaló el zapato y caí unos cuantos escalones con el culo. Menos mal que el vestido amortiguó, ¡y que no se enteraron muchos invitados!
Dados los regalos (abanicos para las mujeres, puros para los hombres y chuches para los niños) y cortada la tarta (con mención especial a mis padres que cumplían ese mismo día 34 años de casados), llegó el momento del baile. En ese momento también me puse algo nerviosa. Me encanta ser el centro de atención, pero digamos que el ritmo no es lo mío y tuve algo de pánico escénico que se pasó según sonó el primer compás de James Brown (“It’s a man’s Word”). Al final quedó perfecto y nosotros lo disfrutamos mucho. Era nuestra canción. ¿Cuántas veces la habremos oído? Fueron unos minutos mágicos, nuestro rato solos, uno delante del otro y todos mirándonos. Se paró el tiempo y me hubiera quedado dando vueltas de vals en ese salón varios días…
A partir de entonces, comenzó la fiesta. Pasodobles de siempre y rumbas se intercalaron con los bailes grupales del verano (“La conocí en un taxi”, “La gozadera”, “Te estaba buscando…”). La noche continuó en El Caño Badillo, ya en pleno Barrio Húmedo (donde ofrecimos unas pizzas de La Competencia y un pequeño Candy Bar que hicimos entre mi madre, mi hermana y yo con gominolas de La Praviana). ¡Y el ritmo no paró hasta las 4 de la mañana!
El mejor día de nuestra vida llegaba a su fin, pero los buenos recuerdos quedarán para siempre grabados en nuestra memoria.
Servicios y Profesionales de la Boda de Fran y Sandra
Otros Proveedores
Otras bodas en El Cigarral de Cembranos
Ver todas
Otras bodas en León
Ver todas
Inspírate con estas bodas
Deja tu comentario