La boda de Errupin y Diana en Galdakao, Vizcaya
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E&D
10 Oct, 2020El día de nuestra boda
¡Y por fin llegó el día B!
La pandemia puso nuestra boda en la cuerda floja. Lo único que tuvimos claro fue, que con 4 o con 100, nos casábamos este año, siempre y cuando, claro estaba, que la situación nos lo permitiese. Y así fue, el día 10 de octubre llegó para quedarse grabado en nuestra memoria y en la de nuestros invitados e invitadas para siempre.
Por suerte, estuvieron todos nuestros familiares y amigos y amigas, todos aquellos a los que casi un año atrás habíamos invitado y aceptaron con los ojos cerrados celebrar con nosotros nuestro gran día.
El sábado por la mañana nos despertamos frescos como una lechuga, todo fuera de pronóstico, ya que pensábamos que los nervios no nos dejarían dormir. Tantos nervios previos y cambios de ultimísima hora por la pandemia nos tuvieron días atrás en vilo y, al ver que solo faltaba una noche, llegó nuestra relajación total. Esa mañana de sábado nos despedimos con un "hasta dentro de un ratito" y cada uno se fue a preparar, con una felicidad e ilusión inmensa. Se nos notaba en la cara.
Seguir leyendo »El novio se vistió en casa de su padre y su madre, con su hermano y unos amigos. Lo pasaron en grande. La novia, en la casa de ambos, rodeada de su familia más cercana y su gran amiga Marta que la maquilló, como lo ha hecho toda la vida. Dudamos de hacer “first look” antes de encontrarnos con amigos, amigas y familiares, pero como por tiempos andábamos muy justos, decidimos vernos en el lugar de la ceremonia, de sorpresa. Y nos encantó encontrarnos tan guapos los dos.
Toda la boda fue en el Restaurante Baserri Maite de Forua. Un baserri (caserío vasco) antiguo al que no le falta detalle. Un lugar de cuento. La ceremonia fue una ceremonia civil de la mano de nuestro amigo Ibon. Tuvimos un gran maestro de ceremonias. El mejor. El novio, junto a su madre, entró al compás de una canción en euskera de Mikel Laboa, Martxa baten azken notak (una versión de Ana Eguiazabal) y la novia, del brazo de su padre, recorrió el pasillo con Barcarolle (cantada por Anna Netrebko y Elina Garanca). En tiempos de pandemia los ojos son el espejo del alma. A nuestra llegada no pudimos ver la cara de nuestros familiares y amigos y amigas, por las mascarillas, pero sus ojos irradiaban felicidad y emoción, como los nuestros. Fue un subidón de emociones llegar y verlos a todos y a todas allí, esperándonos expectantes e ilusionados.
Al finalizar la ceremonia tuvimos una sorpresa. El primo del novio, Xabi, nos bailó un aurresku, que nos hizo llorar mucho.
El cóctel fue en uno de los jardines del restaurante. En grupos de 10, tal y como nos sentaríamos después en las mesas a la hora del banquete, nos sentamos en el cóctel. Los 5 canapés y el jamón fueron servidos a cada uno en su plato. Una de las ventajas es que, así, nadie se queda sin probar bocado, como suele pasar en otras bodas cuando el cóctel es bandejeado.
Banquete: a la hora de comer pasamos al comedor principal del restaurante, el comedor de los pesebres, una antigua cuadra, con muebles y forja al estilo rústico, acompañado con un singular altillo y ambos comunicados con la cocina, de aires vascos y un acogedor estarte. Abajo estuvieron los familiares y en la balconada que tiene el mismo espacio, estuvieron los amigos y amigas. Todos con una buena visual a la mesa presidencial. Comimos 4 platos, sorbete y postre (el corte de tarta lo hicimos con Adiemus de Avatar).
Detalles y regalos especiales: usamos la canción de Madrecita de Machin para darle a la matriarca de la familia, la amama (abuela) del novio, un ramo de flores. Era un pequeño homenaje que le quisimos hacer por el vínculo especial que tiene con su nieto. Con la misma canción a nuestras amatxus y nuestros aitatxus (padres y madres) les hicimos unas fotos en metacrilato. Una de la novia con su hermano y otra, la del novio con el suyo. Un secreto que nos guardaron nuestros hermanos de maravilla. Ya que las fotos las hicimos en el estudio de Sergio (fotógrafo de la boda) meses antes. El ramo se lo dimos a Marta, gran amiga de ambos, pero, sobre todo, de la novia. De esas personas que encuentras en tu camino y te las quedas para siempre como un miembro más de tu familia. La canción que usamos fue fácil de escoger, ya que es fan de Alaska. Fue "No sé qué me das" de Fangoria.
La no fiesta: a pesar de que el tiempo aguantó hasta la tarde, la no fiesta no la pudimos celebrar en los jardines porque llovió con intensidad. No fue una fiesta al uso, pero tuvimos DJ y musicón. Y todos y todas bailamos un montón. Eso sí, alrededor de la mesa que nos correspondía.
Extras: desde el primer momento tuvimos claro que no podía faltar un fotomatón en nuestra boda, para darle ese toque divertido e informal que toda fiesta merece.
Mesa dulce: no pudimos poner por normativa una mesa dulce como tal, pero no faltó ese momento dulce para cada invitado e invitada con sus trufas, bollitos de mantequilla y unas brochetas de chucherías hechas por nosotros mismos. Todo individualizado. Tampoco faltaron el rincón gel hidroalcohólico y mascarillas, el rincón de alpargatas, el de kit de resaca, el de chapas divertidas, unas mantas para el frío y unas pulseritas luminosas.
En resumen, ese fue nuestro gran día. Un día organizado con toda la ilusión del mundo, que por fin llegó y que repetiríamos, sin duda alguna, cada año. Un día que recordaremos para toda la vida.
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