La boda de Emilio y Sara en Sant Vicenç De Montalt, Barcelona

Subí a mi habitación y enseguida llegó la estilista que nos arreglaría a mi madre y a mí, esperé tranquila y disfrutando mientras me maquillaba y me peinaba, la verdad que estaba un poco decepcionada con el día, ¡me hacía mucha ilusión tener un día soleado pero aún así estaba contenta!

Cuando bajé las escaleras estaba allí gran parte de mi familia que ¡habían venido a verme! ¡Me sentí como una princesa! Ahí estaba mi primo mayor, al cual había encomendado la tarea de traer mi precioso ramo de rosas inglesas y ¡me leyó el poema más precioso del mundo! Me describía totalmente y hablaba de nuestro pasado juntos, casi me pongo a llorar pero era tan divertido a la par que ¡acabé riendo a carcajadas!

Cuando terminamos con las fotos, mi tío estaba en la puerta esperándome con su Mercedes negro súper elegante y precioso, mi estilista que es un sol y estuvo en todos los detalles, me metió un pañuelito en el escote que luego ¡me fue de perlas! Y me ayudó a entrar en el coche, ¡que con el vestido me costó bastante, la verdad!

Antes de ir a la iglesia, mi tío nos llevó a mi padre, mi abuelo y a mí al jardín del restaurante donde nos estaba esperando una carroza tirada por dos caballos negros, frisones, una raza holandesa, son unos ejemplares bellísimos, la carroza nos llevó hasta la puerta de iglesia donde, justo al entrar, empezó a sonar un violín tocando el "Ave María". Mi futuro marido estaba en el altar esperándome ¡más guapo que nunca!

La ceremonia fue preciosa, nada aburrida, mi marido, cuando el cura preguntó si se quería casar conmigo, ¡se giró a mirar a su madre como para preguntarle si le parecía bien! Por supuesto, mi suegra le dijo que sí. Lo pasamos genial.

Después, la carroza nos bajó al restaurante, todos los invitados pasaban por nuestro lado tocando la bocina y gritando, cuando ya estaban todos en el jardín esperando con una copa de cava rosado en la mano y todas las mujeres con una rosa blanca. Llegamos nosotros, bajamos y brindamos con ellos, fue mágico.

Mientras los invitados hacían fotos con los caballos, nosotros fuimos a hacer nuestra sesión de fotos en los jardines, la verdad que aquí lo pasé un poco mal por el frío y el aire, ¡estaba loca por terminar las fotos!

Cuando terminamos, fuimos con el resto de invitados al salón donde hicimos el aperitivo, no pudimos hacerlo fuera debido al terrible viento pero la verdad que la casa tenía un salón precioso.

Hicimos las fotos con los invitados un poco rápido porque yo me estaba quedando helada y pasamos todos a otro salón para empezar el banquete.

Una vez aquí, ¡todo fueron risas y sorpresas! Lo pasamos súper bien, lo malo que todo pasó tan deprisa que casi no me di ni cuenta. Siempre tendremos un precioso recuerdo de este maravilloso día.