La boda de Elisabet y Miguel Ángel en Huelva, Huelva
Al aire libre Primavera Fucsia 3 profesionales
E&M
16 Jun, 2012El día de nuestra boda
La semana antes de la boda miramos el tiempo por internet y no podíamos creerlo. ¡Daba lluvia un sábado a mitad de junio, en plena costa atlántica andaluza, el tiempo daba agua! ¡Nos casábamos en un césped al aire libre! No me lo creí y fue por eso por lo que no le eché cuenta y... Menos mal, porque al final resultó que la temperatura media del día de la boda fue de 30º y un cielo despejado como nunca. Estaba clarísimo que había llegado el verano sin avisar. ¡Vaya calor que pasamos!
Y precisamente debido al calor y a que algunos amigos no podían asistir a la boda por coincidirles con otra boda más cercana, quedamos toda la pandilla la noche antes para cenar en una terraza: ahí empezó nuestra boda de verdad porque los amigos siempre están ahí para todo y nos hicieron pasar un rato tan divertido entre comida, copas y anécdotas... Que a los dos se nos quitaron los nervios y entre otras cosas hicieron todos un esfuerzo para poder vernos en nuestra última noche de solteros, en especial con los que no iban a poder estar con nosotros al día siguiente.
Seguir leyendo »El día de la boda dormimos juntos en nuestro piso (en el que llevábamos viviendo dos años justos), porque lo nuestro es romper tradiciones, jaja... Bueno y entre otras cosas porque la peluquería estaba justo debajo de nuestro bloque y ambos teníamos citas por la mañana a horas distintas para hacernos unos "retoques mañaneros previos al peinado", puesto que la boda era por la tarde-noche y teníamos toda la mañana para recrearnos.
Mientras estuve yo en la peluquería aparecieron mi madre, mi hermana, una de mis amiga-dama de honor con el marido y el niño que nos llevaba los anillos. El chiquillo empezó a correr por el salón y se chocó con un estante de cristal que rompió entero. Menos mal que quedó en un susto y no le pasó nada porque si no me da un infarto. Para seguir poniendo a prueba mis nervios, mi madre estaba atacada y ninguno de los peinados que le hacía la peluquera le gustaba... Cada vez era más tarde y faltaban por peinar mi hermana, mi dama de honor, el marido, el niño y yo con un tratamiento echado en la cabeza... Con decir que salimos de allí a las 3 de la tarde desde las 11 que llevaba en la peluquería metida ya os lo podréis imaginar. Bueno pues aun así mis nervios seguían ahí firmes aguantando el tirón y estuve superrelajada.
Pero claro, eso no era todo, cuando mi madre me suelta a las dos de la tarde: "¿Sabes qué? Se me ha estropeado la plancha y hay una parte de tu vestido que está arrugada de lo cargadas que veníamos cuando lo llevamos a casa". Así que haciendo "virguerías" para que el novio no viera el medio peinado de la novia que luego me terminaban en casa por la tarde, tuve que subir al piso a buscar mi plancha para llevarla a casa de mi madre (donde me arreglaba) sin que mi novio me viera. Por suerte venía bajando por el otro ascensor cuando yo subía así que no me vio.
Llegamos a casa de mis padres. Mi padre tenía preparada la comida que la recuerdo incluso mejor que la de la boda porque es una de las que más ricas le salen y me encanta, pollo en salsa. Bueno, pues con todo lo que me gusta pinché tres veces el tenedor, mojé un trocito de pan en la salsa y dije que no tenía más hambre... ¡Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba nerviosa y de que me casaba!
Lo mejor de todo fue que me duchaba en casa de mi madre tras el almuerzo y cuando ya estaba dentro de la ducha, me di cuenta de que entre mis planes del día estaba la depilación de axilas tras la peluquería por la mañana, pero como salimos tan tarde y solo subí al piso a recoger la plancha rápidamente pues una vez en la ducha cual no fue mi asombro cuando me percaté de que había olvidado la depilación. Tuve que pegar un grito para que mi hermana me dejara la "Venus" y un poquito de espuma para no hacerme daño que era lo que tenía a la mano en ese momento. ¡Vaya lo que me entró cuando me di cuenta con lo tiquismiquis que soy yo para los pelos! En fin... cosas que pasan el día de tu boda.
Tras la ducha y el susto de la depilación resuelto, llegó el peluquero a eso de las 5 de la tarde y aunque el peinado dio un poco la lata porque no terminaba de quedar como me gustaba, al final lo consiguió tal y como me hizo en las pruebas...pero con la hora justa. Recuerdo a mi abuela de fondo en el sofá comiendo dulces que había puesto mi madre para los peluqueros (la pobre tiene Alzheimer y no se acuerda de lo que hace de cinco minutos para delante) y tuvimos que reñirle porque le iba a dar un cólico.
Cuando empezó la maquilladora tuvo que ponerme un ventilador en la cara porque el maquillaje se cuarteaba con el calor que hacía y los nervios de la hora ajustada. Una amiga mía (también dama de honor) estuvo grabándome en casa, pero a la hora del maquillaje tuvo que irse de donde estábamos porque persona que entraba en el salón era ambiente que caldeaba... Y con casi 34º que hacía no se apetecía mucho pasar más calor, la verdad.
El momento de ponerme el cancán, el vestido, mis pendientes, mi liga, mis zapatos... Yo sola en la que había sido mi habitación en casa de mis padres, fue un momento muy especial y en el que me dio lugar a pensar en lo que me esperaba cuando saliera por la puerta y en el que me dije a mí misma: disfruta de este día que será uno de los más importantes de tu vida. Y así lo hice. La misma maquilladora me ayudó a retocarme los detalles y al salir por la puerta ya no miré hacia atrás... Solo pensaba en cómo se tenía que sentar una novia con una cola de dos metros para viajar 20 minutos hasta la finca donde me casaba, en el BMW de su suegro el cual suele viajar a una media de 160 km por hora... ¡Dios!
En la puerta de mi casa esperaba mi hermana, guapísima, por cierto, y mi cuñado con un pedazo de traca valenciana para que no se me olvidara el lugar del que es él. Y me dijo: "ya que no has visto todavía las fallas de Valencia, pues te he traído un cachito para acá el día de tu boda". Aquello empezó a hacer un estrepitoso ruido y los vecinos en seguida se asomaron al balcón. ¡Qué vergüenza pasé!
Tras conseguir montarme en el coche de mi suegro y coger autopista adelante hasta la finca me dio por preguntarle la velocidad y me dijo que íbamos "despacito, a 180 km/h nada más" y entonces empecé a gritar: ¡que quiero llegar viva a mi boda! Mi padre, que era el padrino, y mi suegro, que era el que conducía, se echaron a reír y entonces me dijo: "¿tú por qué te crees que los adornos del coche no se los he querido poner hasta que no llegáramos allí?". Tardamos tan solo 8 minutos en llegar más los 2 que tardamos antes de entrar en la finca para poner los adornos. No me lo creía… ¡Si cada vez que íbamos a hablar con el dueño tardábamos media hora de camino!
Cuando llegamos (a las 20.30 horas que comenzaba la ceremonia) y más tranquila estaba para poder bajarme del coche, apareció mi madre aporreando el cristal para decirme que no me bajara, que mi hermana había llamado al móvil diciendo que se había perdido. ¡En ese momento quería coger a mi hermana del cuello y cimbrearla! Pero claro, era solo un pensamiento absurdo producto de mis nervios. ¿Qué culpa tenía la chiquilla de no saberse el camino? Además, ¿no dicen que la novia tiene que hacerse esperar? Pues no pasaba nada.
Mi madre bajó las escaleras del césped donde nos casábamos para decirle al alcalde que esperara por favor un poco más, que mi hermana tenía que leer en la ceremonia y no había llegado aún, pero con los nervios, las prisas, el traje y los taconazos se cayó de boca en el último escalón antes de llegar al velador donde esperaba el alcalde, el novio y la madrina. Fue la anécdota de la boda... Menos mal que no le pasó nada, pero hoy por hoy mi marido me confiesa que tuvo que mirar a otro lado para que nadie se diera cuenta de que se estaba partiendo de risa cuando la vio caerse. Ya sabéis: relación yerno-suegra.
Cuando el coche de mi hermana por fin llegó fue como si un ángel hubiera bajado del cielo... Había llegado a pensar en los 10 minutos que tardó que mi novio se iba a creer que me había arrepentido, porque yo esos diez minutos estuve sentada dentro del coche escondida entre los jardines de la finca para que él no supiera que yo estaba allí.
Por fin salí del coche, mi padre me dio el brazo y bajé los escalones lo mejor que pude, en ese momento pensaba muchas cosas a la vez: cómo no caerme igual que lo había hecho mi madre, cómo no pisarme el traje o la cola, cómo no agachar mucho la cabeza para salir bien en las fotos, cómo sujetaba el ramo, el brazo de mi padre y el traje a la vez, ver la cara de mi novio viéndome bajar las escaleras, intentar ver a los invitados, controlar los nervios.... ¡Agotador en tan solo 15 escalones!
Por fin llegué al velador y todos nos saludamos según el protocolo que habíamos visto por internet, comenzó la ceremonia con la bienvenida del alcalde y mi madre salió a leer un texto que ella mismo había escrito describiendo un poco cómo era yo en todos los sentidos y diciéndole a mi novio "el tesoro" que se llevaba. Luego vino el resto de la ceremonia con el atardecer de fondo y una música que nosotros mismos habíamos elegido. Estuvo muy bonita sinceramente, no se escuchaba ni “una mosca”. Para no romper los esquemas el novio no se sabía las frases que teníamos que decir al intercambio de anillos y una de las arras se cayó al suelo y salió rodando por ahí... Cosas que pasan en todas las bodas. Una vez ya más relajado y pasada la parte formal, mi hermana salió a leer para acabar la ceremonia y empezó a contar nuestra historia de amor, puesto que el día que conocí a mi actual marido nos encontrábamos las dos juntas. Terminé llorando porque nos recordó a los dos cosas bonitas que nos han pasado juntos y también fue divertido porque contó a los invitados la que liamos para vestir a tres mujeres para una boda tan importante: mi madre, ella y yo. Estuvo muy gracioso.
Tras las firmas y la tirada de arroz aprovechamos para hacernos fotos en los jardines y con los invitados. Como teníamos el postboda aparte, no nos importaba mucho hacer poses y nos fuimos en seguida a saludar a la gente. Solo probé dos canapés y un vinito que me trajo un camarero mientras saludé a todo el mundo. Mi marido ya andaba haciendo de las suyas con los amigos… ¡Qué cafres son!
Por si no había tenido suficiente con la de casa, por la noche tras finalizar la copa de encuentro, mi cuñado valenciano volvió a echar una tira de fuegos artificiales y de tracas para hacer ruido. A la gente le gustó mucho y empezaron a aplaudir. En ese momento fueron pasando la gente al salón dentro de la misma finca y nosotros dos nos quedamos fuera hasta que todo el mundo entrara. Cuando nos quedamos solos fuera, mi marido se hartó de darme besos y decirme lo guapa que estaba. La verdad es que el vinito que repartieron los camareros ayudó a tal arrebato de romanticismo.
Una vez que pasamos al salón con la canción que habíamos elegido, brindamos y nos sentamos. Solo recuerdo haber comido jamón, queso y algunas gambas durante todo el convite y… Mucho vino. El convite se nos pasó volando. Nos gustaron varias cosillas como por ejemplo la mesa de los amigos, la cual pusimos justo al lado de la presidencial. Llevaban bubucelas, silbatos… De todo para hacer ruido y se pasaron todo el convite haciendo que nos besáramos. También nos gustó mucho el reparto de los detalles de los invitados porque para adelantar venían mis cinco damas de honor con los novios-maridos de cada una y liábamos una juerga cada vez que llegábamos a una mesa… Impresionante. Y, cómo no, el vídeo sorpresa de mi hermana hacia los novios… Fue un videoclip hecho por ella donde aparecían fotos desde que éramos pequeños hasta el día de la boda, pero contado como un cuento y con canciones especiales, divertidas, vídeos incluidos de cuando éramos pequeños, de juergas con los amigos… Y de colofón mi abuela hablando para desearnos mucha felicidad, pero, como os decía anteriormente, tiene Alzhéimer y por lo tanto el vídeo no tiene desperdicio… ¡Cuantas más veces lo vemos más nos reímos! ¡Siempre ha sido muy sincera y tiene mucho arte así que imaginaos con la cabeza hecha un lío! Una de sus mejores frases: "Miguelito Ángel… Que eres “mu” guapo, hijo… Que a “ve” si cogéis mucho dinerito y que no comáis mucho que os entran cagaleras".
Las sorpresas retrasaron un poco la boda, ya que además les preparamos una a nuestros padres con regalos para ellos y otra a mi hermana donde le di mi ramo de novia. Pero tampoco estuvo mal porque al empezar la barra libre tan tarde, la boda acabó por la mañana como queríamos.
La barra libre la hicimos de nuevo en el césped de la finca en una plazoleta de baldosas antideslizantes y un escenario para el DJ y entre el baile de apertura, el que hice con mi padre y el pasodoble de rigor con los suegros, ¡cuando llegué al buffet de chuches solo quedaban avellanas y kikos! Así que lo compensé comiendo tarta nupcial que nos la pusieron aparte para hacer el corte y aprovechamos para sustituirla por lo que no habíamos comido en todo el convite. Ahí sí que me empecé a dar cuenta del hambre que tenía. ¡Menos mal que quedaba tarta!
Entre bailoteo y coreografías tiré mi ramo de chupachups a las asistentes y repartí las cinco ligas a mis cinco damas de honor con una música sexy. Me quedo con la cara que puso mi cuñado cuando tuvo que salir a ponerle la liga a su novia ¡Era un poema! ¡Con la vergüenza que le dan esas cosas!
Me quedo también con las coreografías improvisadas con los amigos, la abuela de mi marido bailando con 90 años y sus tíos más allegados bailando en pareja con la borrachera como si fueran dos gallinas o pollitos.
Me quedo con lo bien que salió toda la boda, y lo bien que hablaba la gente de la comida, del lugar, de la boda en general, me quedo con lo bien que lo pasamos, con lo que disfrutaron mis padres, mis suegros, nuestros hermanos… Y con lo que nos ayudaron en todo momento.
Me quedo con el que nuestros amigos recogieron la boda junto a nosotros saltando en la pista pidiendo “otra, otra”.
Pero lo que más me gustó fue el final de la boda: el camino de vuelta en el autobús fue muy bueno. Mi marido pilló el micro del autobús y fue retransmitiendo todo el camino lo que iba viendo como si fuera un guía: desde uno que pasaba por la autopista para ir a trabajar, hasta lo que había sembrado en los campos de alrededor, pasando por lo “bien arregladas que estaban las calles” con sus agujeros y obras y de vez en cuando ponía la voz del que canta los cartones del bingo o pegaba un grito y decía aquí no duerme ni dios. Se duerme cuando se llegue a casa. En mitad del camino se nos cruzó mi suegro con su BMW y dijo: “¿Veis ese coche que viene allí? Pues miradlo bien que en 1 segundo ya no lo veis”. Realmente nadie durmió porque fue imposible, fue un camino muy divertido.
El chófer del autobús era conocido nuestro y terminó con su novia y con nosotros comiendo chocolate con churros en el bar de al lado de nuestro piso sobre las 9 de la mañana, donde unos gitanos aparecieron de la nada cantándome “qué guapa va la novia". Mi marido cuando acabaron de cantar les soltó: "sí, sí, sí, va muy guapa pero el pañuelo es mío y no me lo quita nadie". En ese momento empezaron todos a reírse con él y yo aproveché para sentarme en una mesa con el chófer y su novia.
El día de nuestra boda acabó contando horquillas de mi moño, granos de arroz que salían de todo el cuerpo, y durmiendo felices (y lo de dormir felices es literal, jeje). Eso fue sobre las 10 de la mañana del día siguiente… 24 horas sin dormir…¡El mejor día de mi vida!
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