La boda de Eduardo y Cristina en Salamanca, Salamanca
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E&C
12 Jul, 2014El día de nuestra boda
Si hay una palabra que defina nuestra boda esa es ¡perfecta!
Organizamos la boda en seis meses, que a pesar de los muchos contratiempos que tuvimos, fueron geniales. Preparamos todo al detalle, con muchísimo trabajo pero sobre todo con cariño hacia nuestros amigos y familia. Lo primero fue nuestro sello de boda, tallado por nosotros y que después empleamos en casi todo. La invitación fue original, diseñada por nosotros con un collage de fotos de nuestros 9 años de noviazgo. Después creamos la página web, con la historia de la iglesia en la que nos casaríamos, el lugar de la celebración, recomendaciones varias, etc. Y de ahí un sinfín de cosas que nos ocuparon el resto de nuestro tiempo libre, ¡hasta el día antes a las 8 de la tarde!
La verdad es que había estado muy tranquila, pero esa noche apenas pude dormir… ¡cuidamos tanto los detalles que queríamos que todo estuviera en su sitio! Así que a las 3 de la mañana nos sorprendimos llamándonos por teléfono, los dos igual: ¡con ganas de que llegara el día y preocupados por el cansancio que íbamos a tener!
Seguir leyendo »La ceremonia era por la tarde, así que me desperté a las 8.30 h (había conseguido dormir algo), y desayuné con mis padres. Me senté a escribir unas palabras a Edu contándole lo mucho que lo quería, para que acompañaran al regalo que le pensaba dar: el perfume que tenía el día que lo conocí, y que con todos los preparativos aún no había podido comprar.
Mientras escribía la nota emocionada, ¡llegó un mensajero a casa con un ramo enorme de gominolas! La tarjeta rezaba sencillamente ¡Te quiero! ¡Que las disfrutes!, ¿para qué más?
Tras este bonito detalle fui con mi madre a buscar el regalo de Edu (sí, a cuatro horas de mi boda y de perfumería en perfumería porque no lo encontraba), y a llevárselo al hotel para que se lo entregaran. Llegué a la peluquería tarde, pero muy calmada. Con el peinado tal y cómo lo imaginaba fuimos a recoger a mi mejor amiga para que me ayudara a vestirme. Hasta entonces solo me habían visto mis padres, así que me hacía mucha ilusión.
La tormenta de emociones llegó con las fotos en casa con mi familia: mis padres, mi hermano y el pequeño Juli, nuestro perro, con su corbata incluida. Recordé muchísimos momentos de mi infancia, con mi padre haciéndonos vídeos a mi hermano y a mí, con Dire Straits y Kenny G como música de fondo. Mi padre me entregó el ramo de novia. ¡Era precioso, tal como lo había diseñado, con sus orquídeas, rosas, alfileres y mariposas! El momento de salir de casa fue impactante. Todos los vecinos del pueblo estaban a la puerta de casa para verme. Es emocionante ver a las personas que te han visto crecer murmurando lo guapa que estás, deseándote lo mejor.
El viaje a Salamanca fue muy relajado, con mi padre y mi primo que hacía de chófer con su impoluto coche que había engalanado para la ocasión. Después, el paseo en calesa por el casco antiguo hasta la Catedral con mi familia, fue sencillamente increíble.
Allí estaba él esperando con la madrina, guapísimo, como siempre. No me había dejado verlo antes, así que, ¡me emocioné tanto! Había muchísima gente, pero sólo nos veíamos el uno al otro.
Mis primas repartían paipais, conos con pétalos de rosa y pañuelos con su funda de colores, para enjugar la emoción del momento. Todo diseñado y preparado por nosotros, y colocado cuidadosamente en cestas y cajitas.
Primero entró un grupo de niños con un bastidor en el que habíamos bordado nuestros nombres y una vela para el altar. Seguidamente el novio y la madrina, espectaculares y el resto de niñas con las arras, anillos y cestas con flores, acompañados de la música de Un mundo ideal de Aladdín. Y tras ellos, llegó mi momento. Del brazo de mi padre recorrí el inmenso pasillo de la catedral, luchando por no llorar, con música de Enya adaptada para violín y órgano; caras conocidas allá donde mirara y todas con una sonrisa.
La ceremonia fue preciosa, con momentos emotivos, muy personal puesto que el sacerdote era familiar de mi ahora marido, con lecturas elegidas por nosotros y que mi prima y el hermano de Edu interpretaron perfectamente. Nuestros primos pequeños leyeron las peticiones que habíamos redactado para la ocasión. Estuvimos toda la misa sonriendo, mirándonos furtivamente, compartiendo la felicidad y de cuando en cuando con lágrima incluida, sobre todo al escuchar la sobrecogedora voz de la soprano.
La salida y las enhorabuenas fueron un terremoto de emociones, el reencuentro con amigos que hacía tiempo que no veíamos por la distancia, ¡y allí estaban todos por nosotros!
Después nos fuimos juntos a hacer nuestro reportaje. Aunque la gente suele decir que es aburrido, lo cierto es que nosotros lo disfrutamos, fue nuestro ratito de intimidad en el día, paseando por la ciudad. Daban igual las cámaras, sólo nos reíamos porque ya éramos marido y mujer. Tito y Pepa de Foto Delta Salamanca nos hicieron sentir muy a gusto.
El cóctel se celebró al aire libre, en el Palacio Carrascalino, un lugar de ensueño en el Campo Charro, con vistas a la dehesa salmantina. Allí habíamos colocado los días antes todo con mucho cuidado: una señal de tráfico indicando la boda a la salida de la carretera, photocall y photobooth (nos alegramos de lo mucho que disfrutó la gente después de tanto recortar goma eva con purpurina y casi intoxicarnos en el intento), el árbol de los deseos, farolillos por doquier, un árbol para los niños (con juguetes para que se divirtieran), seating personalizado en un caballete junto a una bicicleta con flores, etc.
El cóctel fue ideal, al atardecer. Repusimos fuerzas mientras charlábamos con los invitados, y nos hacíamos fotos con todos los que quisieron. Después de este pequeño paréntesis, continuamos con nuestro reportaje dentro del palacio, en los preciosos salones con su piano, espejos de época y la maravillosa suite. Impagable fue el momento de salir a saludar desde el balcón a todos los invitados que disfrutaban del cóctel. ¡Nos sentimos como una pareja de príncipes!
El banquete fue en un salón acristalado desde el que se podía ver la luna llena, que la fortuna quiso que esa noche estuviera en su perigeo. Todo estaba exquisito, la gente nos lo hizo saber una y otra vez. Me gustaría agradecer a Jesús, de Catering El Carmelo, por lo sencillamente genial que trataron a nuestros invitados y las delicias que nos prepararon.
Intentamos que todo fuera personalizado, incluida la decoración. Diseñamos los meseros de manera similar a la invitación, para que cada mesa tuviera el nombre de un monumento de Salamanca y Zamora, nuestras ciudades, acompañados de un poema referente a cada uno de ellos. Quisimos dar las gracias a la gente con unas palabras en los menús que colocamos en las mesas. Para los niños, elaboramos una tarjeta de agradecimiento (Gracias por endulzarnos el día) con su nombre y con chocolatinas incluidas. Disfrutamos muchísimo de toda la velada, nos levantamos entre cada uno de los platos a saludar a la gente.
La sorpresa vino tras cortar la tarta, cuando Edu me quitó el micro y leyó un discurso que había preparado y que para nada esperaba. Fueron las palabras más bonitas que he oído nunca, hizo llorar a 170 personas, y eso no es fácil.
Acabamos el banquete dando un regalo a los padres y a cada uno de los abuelos (una colonia personalizada con las flores que le gustan a cada una de las abuelas y otro para los abuelos). Una pareja de amigos se llevó un regalo personalizado, por la inmensa alegría de que todo hubiese ido bien, de que estuvieran allí. Las mariposas y los alfileres del ramo también tenían sus destinatarias: las niñas, mis primas y mis mejores amigas. Los padrinos con sus séquitos repartieron los regalos: una botella de vino tinto de Toro, en honor a la tierra de Edu y unos acericos para alfileres que junto a mi suegra habíamos encargado en el taller de artesanía de Carbajales de Alba, un pueblo de la provincia de Zamora famoso por sus bordados. Eran perfectos, preciosos, hechos a mano, cada uno distinto al otro. Las etiquetas de ambos diseñadas por nosotros, con un poquito de historia de cada regalo. Todo nos parecía poco para que los invitados compartieran nuestra alegría. La madrina sorprendió con un alfiler en forma de mariposa, de distintos colores, con sus cajitas alegres y nuestra etiqueta. ¡Qué bonito! Por supuesto, los más pequeños también se llevaron chuches.
El momento baile fue magnífico. Nadie esperaba la faceta de galán bailarín de Edu, pero una vez más allí estaba, sorprendiéndonos, bailando feliz con su mujer el vals a la luz de la luna. Iluminaba todo el campo, tanto brillaba que no echamos de menos las bengalas que habíamos preparado y que finalmente no pudimos encender por ser verano.
Bailamos hasta las 5 de la mañana, con un Candy Bar lleno de cupcakes, fondue de chocolate con frutas, pastelitos y un carrito de gominolas que hicieron las delicias de niños y de no tan niños.
Por la mañana desayunamos con toda la familia que se había quedado en el Palacio con nosotros. Cuando todos se fueron, nos quedamos disfrutando de nuestra primera mañana de casados sentados en el balcón de la suite desde donde se atisbaban kilómetros de encinas. ¡No nos queríamos ir de aquel maravilloso lugar! ¡Gracias a todos!
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