La boda de Diego y Elena en Santo Domingo De Herguijuela, Salamanca
Al aire libre Verano Granate 5 profesionales
D&E
04 Sep, 2021El día de nuestra boda
Lo peor de haber sido novios de 2020 es que todo el mundo sabe que has tenido que posponer la boda, algunos con suerte una vez, otros, hasta nuevo aviso, y otros, como nosotros, que fueron dos veces y todo por no perder la esperanza.
Hay cosas que tuvimos que hacer muy express, puesto que nosotros nos casábamos en un pueblo de Salamanca, pero vivíamos en Burgos y, en mi caso, que soy de Madrid, mi vestido lo tenía allí. Así que, con tantas restricciones, se hizo un poquito difícil.
Me acuerdo que esa semana estuvo lloviendo todos los días, a las malas ya pensando en que se iría todo al garete, compramos unos paraguas a juego con nuestros trajes.
El viernes, de repente, a media tarde dejó de llover y salió el sol y pensé: ¿es posible? Por la noche empezaron a llegar todos nuestros invitados de fuera de Salamanca, no eran pocos, puesto que Diego es de Valladolid y yo de Madrid. Imaginaos, qué popurrí.
Iban a disfrutar de las casas rurales de San Miguel de Valero, que es donde teníamos el sitio para el convite; así que les invitamos el viernes a cenar en nuestro pueblo, San Domingo, para que se conocieran, supieran dónde iba a ser la boda, y animarse un poco para el día B.
Seguir leyendo »Al día siguiente no podía creer lo poco que había dormido, me subí pronto a la peluquería y cuando llegué a casa no me quedaron más que 10 minutos de disfrute con mis amigas hasta que llegó el fotógrafo. A Diego también lo despertaron pronto. Qué calor hacía, recuerdo que me puse una chaqueta cuando fui a la peluquería a las 8 am, pero me sobraba enseguida. Con la semana tan asquerosa que habíamos tenido, y resultó que teníamos una temperatura digna de verano.
El momento en mi casa fue de nervios, risas y emoción. Creo que como debe de ser, ¿no? Yo llegué bastante nerviosa, pero entre los fotógrafos, mi hermana y mi amiga pudimos hacer que todo saliera bien.
Yo ya supe que todo empezaba cuando escuché el tamboril que se acercaba bajando de casa de Diego, pues en mi pueblo la tradición es que el novio vaya a buscar a la novia a casa.
Y, en nuestro caso, le acompañaba un séquito de charras, mis chicas, con el tamborilero para tocar el pasacalles.
Tampoco le hice esperar mucho, porque tenía ganas de empezar con todo, cuando has pospuesto tu boda dos veces, ¡lo que quieres es empezar ya! Cuando salí, me acompañaba mi padre, y antes de llegar hasta Diego, las charras me hicieron un paseíllo en la puerta de mi casa. Estaban tan bonitas...
Estaba guapísimo con el traje de gala. Subimos todos hacia la iglesia, andando, compartiendo risas, conversaciones con todo el mundo, a mi me pareció tan especial y tan nosotros, los beleguines, que no lo cambiaría por nada. Al llegar a la iglesia nos esperaba el paseíllo de guardias, todos guapísimos y tan seriotes...
La ceremonia la ofició nuestro cura de toda la vida, el hombre se emocionó tanto de casarnos que hasta lloró. Como por el Covid había que mantener la distancia social, no pudo entrar todo el mundo a la misa, así que un amigo mío se las ingenió para retransmitirlo en directo en el bar de enfrente. Así que toda la gente disfrutó de la misa, aunque unos más que otros.
Al acabar, todo el mundo aplaudió y me pareció superemocionante, después de firmar nuestros testigos, que fueron nuestros hermanos, salimos para atravesar el paseíllo y, cómo no, nos bañaron en arroz.
Poco después de las fotos grupales, las charras, que son mi grupo de amigas del pueblo que bailamos en fiestas, nos hicieron un baile superchulo. Al acabar, como no puede ser de otro modo, me uní a echar un baile con ellas y como sorpresa, Diego también se animó a bailar.
Después nos fuimos todos a San Miguel de Valero, allí contratamos el servicio del convite al Hotel y Restaurante Sierra Quilama; y al tener hotel vino muy bien para la gente que no podía coger casa rural y se instaló en sus habitaciones.
Llegamos antes que los invitados al cóctel, así que aprovechamos para hacernos un par de fotos mientras llegaba todo el mundo.
Todo lo hicimos en el jardín, el cóctel fue sentado porque en las restricciones así lo ponía, pero la gente estuvo muy a gusto y como la boda iba a ser muy larga (duró desde las 12 am hasta las 2 am, ya de madrugada), la gente agradeció sentarse.
Nos personamos por allí, nos hicimos muchas fotos y disfrutamos un poquito del cóctel, después ya nos mandaron sentar para empezar con la comida.
Al entrar sonó la canción que elegimos para la entrada, hicimos un brindis con champán, y nos dieron permiso para tirar las copas al suelo, así que, como somos así de gamberros, hicimos un hidalgo, tiramos las copas y se rompieron en mil pedazos, la gente flipó y les encantó.
Las mesas estaban distribuidas de tal manera que me funcionaron todas, tanto internas como entre ellas, porque había mucha gente que no se conocía y a raíz de tener mesas relativamente cerca, podías conocer y hablar con cualquiera.
El menú fue espectacular, constó de un entrante (foie), el plato de mariscos variados, bogavante, langostinos; como pescado elegimos una lubina rellena de gambas y gulas con una salsa que madre mía, todavia se me hace la boca agua. De carne, un solomillo de ternera, un sorbete de mojito superflojito que daba un toque fresquito, que se agradecía por el calor que hizo, y de postre una tarta helada de chocolate que era sublime.
Entre tanto, nos paseábamos por las mesas, los padrinos dieron los regalos, y los amigos se acercaron a traernos un detalle.
No quisimos que fuese una boda sentimental, de llorar, ni nada por el estilo. Mi madre se fue hace 4 años, y por mi parte no quería nada de eso, mi ahora ya marido estuvo 100% de acuerdo conmigo y, a pesar de lo que la gente nos dijo, hicimos la boda como nosotros quisimos. Tal cual.
A las 6:30 pm empezó el baile y la barra libre. Nosotros no hicimos baile nupcial, así que estábamos a otras cosas. Yo recibí a Susana de que LLegueYa, que trajo el fotomatón y le estuve indicando dónde colocarlo y demás, y de vez en cuando pisábamos la pista, bailábamos con nuestros padres, nuestros amigos y demás.
Cuando ya tuvimos cuerpo para tomar copas (porque la verdad, salvo el vino de la comida, no se a vosotras, pero a mí no me entraba más que agua), sí disfrutamos mucho más de la compañía en la pista, e incluso la gente mayor (yo tengo dos abuelos) aguantaron hasta bien entrada la noche.
Se podía ver a los invitados disfrutar del candy bar, del puesto de mojitos, de los helados, e incluso después de cómo comimos, que no fue precisamente poco, alguno se me quedó con una cara de asombro cuando vio que a las 10 teníamos recena. Una recena que constaba de gran cantidad de hamburguesas, pizzas, pinchos variados, perritos calientes, embutido de la zona. Creo que salieron de allí con 5 kilos de más.
Nos dedicaron canciones, bailamos, chillamos, reímos... Echaba tanto de menos eso.
Tiraron a Diego a la piscina, y más de uno también acabó allí. Fue todo muy sano y divertido, el DJ amenizó tan bien las horas de baile que nadie se aburrió, porque desde las 7 pm hasta las 2 am tienes que hacer muy bien tu trabajo para que la gente no huya de la pista, ¿verdad? Pues imaginaos.
Cuando todo terminó, mucha gente se fue en autobús o andando hasta las casas rurales, pero en general ya les veías las caras de risa y de cansancio.
¡Nosotros nos fuimos a dormir, después de despedir a todo el mundo, casi a las 3 am! Yo no podía ya ni tenerme en pie.
Al día siguiente, cuando recuperé mi móvil, solo hacía que leer mensajes de gratitud y de que todos se lo habían pasado en grande.
Y eso era lo que nosotros queríamos, hacer de nuestra boda un espectáculo, una fiesta donde olvidar todo lo que ha pasado en este año y medio y disfrutar. Y así fue.
Pasó muy deprisa, y te dicen que disfrutes. Pero, aun así, volvería a repetirlo todo.
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