La boda de Davide y Milena en Villena, Alicante

Desde ese momento, una nube me envolvió y me condujo hasta el momento en el que mis ojos se posaron en los ojos que del hombre que me ofrecía su vida. No existía nada más que nosotros, nuestro amor y Dios.

¡Sí, quiero! Y en un segundo, nos convertimos en uno.

Después besos, abrazos, arroz, pétalos, fotos... solo quería que todo pasara rápido para poder estar con mi marido a solas y poder decirle: “Hola, esposo mío”. Ese momento fue en el coche, camino al banquete, y en la breve sesión de fotos que allí nos hicimos... Tal y como lo había imaginado, nuestra felicidad tenía como background un impresionante dispositivo que los chicos de la finca habían organizado. Un dueto de jazz, música de ambiente, pequeñas lucecitas combinadas con el verde del campo que daban el aspecto romántico que yo siempre había soñado.

La comida acompañaba lo delicioso del momento, entre trago de vino y bossa-nova, pequeños sabores y aromas que explotaban en tu boca... sabores que allí se prolongaban durante minutos. Qué relajación y qué felicidad poder compartir toda nuestra alegría con nuestros invitados en un ambiente tan relajado.

La cena fue otra explosión de sabores, interrumpida de vez en cuando con los típicos "que se besen”. Tarta, regalitos, pequeños discursos de amigos, baile... nuestra alegría y satisfacción fue aumentando. Hasta que todo acabó.

He de decir que tenía miedo a que llegara ese momento. No han sido pocas personas las que me decían: “disfruta ese día, que se pasa volando y luego te entrará la depresión”. Antes de subir al coche y después de haber agradecido una y mil veces (y nunca hubiera sido bastante) a todo el equipo de Torrefiel su magnífico trabajo, miré al cielo y me sentí plena. No había vacío; a mi lado tenía a el hombre con el que empezaba a compartir una vida. ¿Qué da más ilusión que contemplar la mirada de tu pareja llena de emoción, proyectos y futuro?

A día de hoy, nuestro amor, compromiso, complicidad y sacrificio aumenta. Estamos lejos de casa, pero hemos creado la nuestra aquí, y cada día nos hacemos más fuertes. En el otro hemos encontrado nuestro compañero, nuestro alivio y nuestra fortaleza.

Esperamos que muy prontito podamos hacer material nuestro amor con un pequeñajo al que enseñarle los verdaderos valores de la vida; el amor, la bondad, el estar agradecido y el sacrificio.

Para todos aquellos que hayáis dedicado 5 minutos a leerme, deciros que os deseo la misma felicidad que nosotros. Deciros que los matrimonios no son fáciles, pero sí son la respuesta para poder enfrentarnos a la vida. Plantar la semilla de la escucha, de la confianza, de la paciencia... y la más importante: ¡nunca perdáis el sentido del humor! ¡Sed felices!