La boda de David y María en Santiago De Compostela, A Coruña

No hubo ceremonia, dado que, por dificultades de organización y escaso tiempo, decidimos prescindir de ella, pero ya nos habíamos casado la semana anterior y la celebración no pudo ser más perfecta.

Después del cóctel, todos los invitados pasaron al Patio de Cristal y nosotros hicimos nuestra entrada a continuación, al son de Beautiful Day. La iluminación en tonos azules que habíamos pedido bañaba las columnas y arcos del lugar y se reflejaba en el techo como si este fuera un bonito cielo nocturno sobre nuestras cabezas, además, había velas dispuestas alrededor de los centros florales de las mesas y en los arcos superiores, donde sus destellos anaranjados parpadeaban y ayudaban a acentuar aquella mágica atmósfera.

Todo transcurrió fugazmente, como un agradable sueño, pero perdura el recuerdo de las imágenes y sensaciones de un día muy feliz. Nos retiramos cuando acabó el baile, una vez que los invitados se marcharon a sus habitaciones y las luces se apagaron, sumiendo las estancias en el silencio y la oscuridad.

Por un segundo imaginé a los franciscanos, que llevan el hotel, recogidos en los dormitorios que flanquean la planta superior del Patio de Cristal, descansando antes de levantarse para maitines. Y así, recorriendo los pasillos laberínticos y desiertos del hotel, nos dirigimos a nuestra habitación, donde nos despojamos de nuestras vestimentas de novios, y nos reencontramos ya como marido y mujer.