La boda de Daniel y Mónica en Candeleda, Ávila
En el campo Primavera Verde 4 profesionales
D&M
17 Jun, 2017El día de nuestra boda
Dani y yo nos conocimos en el año 2000, en el instituto, donde nos encandilamos el uno al otro. Con 16 años, la vida y el futuro profesional nos juntaron y separaron varias veces hasta la definitiva en 2014. Ya desde el 2002 Dani vaticinó que me casaría con él y yo me reí. Ahora tengo mucho que callar, claro.
Teníamos claro que, aún residiendo en Madrid, queríamos casarnos en mi pueblo, como lo hicieron mis padres. Dani no puso impedimento cuando vio la ermita de Chilla, que te deja helado con su naturaleza. El restaurante debía estar a la altura y fue fácil elegirlo, El Mirador de Gredos, en mitad de la sierra y con todas las facilidades posibles.
El vestido que elegí fue el modelo Xanthal, de la colección Beach de Aire Barcelona. Era demasiado caro (2.300€), ¡pero lo encontré en un outlet de tienda con descuento (1.400€)! Como siempre, quise hacerle modificaciones para que fuera “más yo”, no quería verme disfrazada y, encontré a Sonsoles de Luque, una magnífica profesional que le añadió una sobrefalda para la iglesia y le cambió el cuello para darle otro toque. Confeccionó el velo de mis sueños en tul plumeti, para saciar mi punto hortera. Soy fan de las Barbies y con gran ilusión calcó mi vestido para mi muñeca, que compré con mi altura y color de pelo, le pinté mi color de ojos, mi lunar y ya estaba lista para juntarse al Ken que no pude ver hasta el día B.
Seguir leyendo »Los zapatos fueron de Gloria Ortiz, rosa palo con cintas al tobillo. Tocado y ramo fueron obra de Etnia, en flores preservadas para mantener intactos durante años.
Unos meses antes, mandamos un vídeo para el save the date, después, el link de nuestra web de bodas.net con todos los detalles del evento, un exitazo. Y tres meses antes, las invitaciones, diseñadas por mí con Canva y lacradas en sobre reciclados con nuestros nombres.
Todos los médicos del hospital de Getafe hicieron una labor extraordinaria para dar el alta a mi padre el miércoles de la semana de la boda, así que el jueves pusimos rumbo a Candeleda.
Vinieron invitados de todas partes: Italia, Francia, Galicia, Cádiz, Cáceres, Madrid, Jaén… Un total de 207 personas. El viernes cenamos con los amigos más allegados y, cada uno por su lado, nos fuimos un poco de fiesta. Antes, por supuesto, tiraron al novio al pilón, tradición obligada.
Mi última noche de soltera dormí abrazada a mi padre.
Llegó el día: me propuse disfrutar al máximo y no llorar. Salí a desayunar con amigos, churros con chocolate. Mi amiga Rocío vino a peinarme, un recogido con trenzas nada artificial. La hermana del novio fue mi maquilladora. Mi mejor amiga, mi hermana y mi madre ayudaron a vestirme. Cuando salimos de la habitación estaba mi gran amigo de la infancia y decidimos ponernos a bailar todos “Hoy todo va a salirme bien”, de El Arrebato, chute de energía. Los fotógrafos no podían estar más alucinados. A pesar de la llamada del dueño del restaurante con la noticia de lluvia, seguimos con nuestra alegría y… ¡Paró de llover! Los huevos a Santa Clara no podían fallar.
A mi salida con todas las vecinas asomadas, me encontré la sorpresa de un descapotable de época, regalo de mi suegra. Cuando llegamos a la iglesia, allí estaban todos, muchísima gente, pero imaginé que estaba sola con mi padre y sus chistes; ¡listo, nervios evitados!
El novio no podía estar más guapo, alquiló un chaqué en azul noche con un chaleco inglés de cuadros azules. En un pis pas, me levantó el velo y ya estábamos casados. Me besó mientras que todos nuestros invitados aplaudían y gritaban (los que no estaban en el bar). Menos mal que el cura no los mandó callar porque fue divertidísimo.
Pusimos al coche una ristra de latas de Coca-Cola con el nombre de nuestros familiares y listos para la sesión de fotos.
Dani me regaló en mitad de las fotos una placa para la puerta de casa, de esas que tenían nuestros abuelos, Señores de Márquez, una broma que teníamos para fastidiarme un poco.
En el cóctel entramos a golpe de Pídeme, de Raya Real. No dimos abasto a saludar a todo el mundo, es cierto que te quedas como sin tiempo para poder charlar con todos el rato que te gustaría.
Tuvimos música en directo durante cóctel y cena, además, bastantes invitados robaron ese micrófono y se soltaron a cantar lo que les vino en gana. Hay que decir que el 80% de la boda era gente joven con mucho descaro, dime con quién te juntas y te diré quién eres.
La cena era como para saciar a tres reyes visigodos, aunque los novios apenas probamos bocado. Todo el mundo quiere fotos con nosotros, te llaman para comentar la boda, para desearte felicidad. Después hay que repartir los alfileres, que tardamos un año en preparar, hicimos unos vestiditos de goma eva y añadimos la historia del reparto de alfileres en las bodas. Las amigas de mi suegra hicieron un sorteo de un jamón y un lote de ibéricos; super divertido y original. A pesar de mi negativa, mis amigas vinieron a arrebatarme la liga con cuchillo en mano.
Preparamos un marco con las fotos de boda de nuestras hermanas y padres. Un imprimible para los niños con pegatinas y pinturas. Un candy con los dulces típicos del pueblo. Flores gigantes de cartulina, banderines de encaje, pompones de papel y letras gigantes para decorar. Fotos de los novios de pequeños en los baños. Regalamos a los invitados unos USB con los nombres de los novios. Creo que no faltó detalle.
Terminamos a las 10 de la mañana, desayunando botellines y con la sensación de haber tenido un día espectacular, de lo más emotivo.
Cien mil bodas iguales viviría y siempre con la misma persona, que, como dice la canción: tanto a elegir, tanta gente ahí fuera y fue una suerte coincidir tú y yo aquel día.
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