La boda de Daniel y Marian en Cantalpino, Salamanca
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D&M
29 Jun, 2019El día de nuestra boda
A pesar de los nervios y de la inseguridad de que ese día todo saliera perfecto, fue el mejor día de nuestras vidas. Y no, no todo salió a la perfección, pero nuestra boda sin esos pequeños fallos, no habría sido nuestra boda. Son anécdotas que al final fueron divertidas y que no se nos olvidarán jamás. Pero voy a contar un poco cómo fue ese día. En realidad, todo empezó el día anterior, cuando empezaron a llegar de Coruña mi familia y amigos. Si siempre es una alegría verlos, tenerlos en un día tan importante hace que reboses de felicidad. Pasar las últimas horas de soltera con ellos, recordando momentos, riendo y celebrando es algo que tampoco voy a olvidar nunca.
Y bueno, como a muchas otras personas les habrá pasado, esa noche, yo, personalmente, no dormí mucho. Es verdad que ya habíamos convivido y que casarnos, como dicen, era un trámite, pero los nervios me tuvieron en vilo. Ya por la mañana, lejos de que me costara madrugar y levantarme de la cama, salí de ella como un resorte. Café, risas, amigas, familia, peinarse, maquillarse... Todo momento había que disfrutarlo. Incluso la sorpresa que me tenía preparada mi, a día de hoy, marido. Una carta que traía nuestro perro colgada del cuello. Lo que pude llorar, ¡pero qué felicidad!
Seguir leyendo »Y llegó el momento, y otra sorpresa cuando escuché cascabeles de lejos. Mi tío había preparado todo para que una calesa me recogiera en casa y yo pensando que vendría en su coche a por mí. Así que, entre felicidad, melancolía y emoción, a las 12:35 ahí íbamos mi tío, mi padre, mi sobrina y yo rumbo a la ceremonia. Llegar a la puerta de la iglesia y ver a todo el mundo esperando, aplaudiendo... ¡Inexplicable! Y verle a él, mi futuro marido. Es imposible describirlo con palabras. Además de todo esto, empecé a oír de repente un sonido que me llevó a mi Galicia querida. Mi familia había traído gaitas. ¡Qué sensaciones!
La ceremonia fue preciosa, pero el momento discurso de los hermanos y, sobre todo, mi sobrino recitando un poema que me escribió mi abuelo cuando nací, me hicieron emocionarme mucho más de lo que ya estaba. Y sí, ya éramos marido y mujer. El cóctel, el banquete, todo fue la mar de bien. Hubo muchas emociones: regalos a padres, hermanos, amigos... Y mi ramo. Llevaba años fantaseando con el momento de darlo. Sabía perfectamente que se lo daría a mis tíos y a mi primo, a quien echaré de menos toda la vida. Amigos dedicándonos palabras, bromas o "putadas" con los regalos. Fue absolutamente perfecto a pesar de esos pequeños fallos que mencioné al principio.
Y llegado el baile... ¡qué risa! Todos vitoreaban. Habíamos ido a clases para bailar un remix entre clásico y cachondo y el final de la canción se estropeó. Pero ya digo que fue una anécdota más. Después de la barra libre nos fuimos todos a mi pueblo, a seguir con la barra libre. Nos fuimos a la cama a las 6:00, ¡y obligados! Si por nosotros fuera habríamos amanecido en el bar tomando chocolate con churros. Fue el mejor día de mi vida y lo repetiría cada día. Fue increíble. Qué pena que pase tan rápido, pero no puedo decir que no lo disfrutamos, porque lo hicimos al máximo.
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