La boda de Daniel y Andrea en Cuenca, Cuenca
Rústicas Otoño Negro 2 profesionales
D&A
14 Nov, 2015El día de nuestra boda
Empezamos a preparar la boda con unos 11 meses de antelación. Teníamos muy claro lo que queríamos, así que prácticamente lo organizamos todo nosotros dos solos. Queríamos una ceremonia civil en el Parador de Cuenca, algo sencillo pero emotivo, a la vez que divertido y muy familiar, solo 35 invitados, la familia más cercana.
Como nos casamos a las 12:30 del mediodía, decidimos pasar la noche separados. Mi futuro marido durmió en nuestra casa y yo en el Parador con mis padres. El 14 de noviembre llegó, desperté con una mañana impropia de la fecha y del lugar, climatológicamente hablando. Un sol resplandeciente y una temperatura primaveral nos acompañarían en el día más especial de nuestras vidas.
A las 8:30 ya estaba en la peluquería con mi madre. Quería algo sencillo en maquillaje y María lo consiguió a la perfección. No llevaría velo, así que en el pelo opté por unas ondas recogidas con un pequeño moño a un lado y unas horquillas de brillantes.
Ya bien guapas, volvimos al Parador para vestirnos, yo lo haría en la suite nupcial, cortesía del Parador y mi chico en otra habitación. El equipo de Insignia Wedding ya me esperaba allí para comenzar el reportaje fotográfico, mi futuro marido aún no había llegado para arreglarse y los nervios estaban a flor de piel.
Seguir leyendo »Llevé un vestido corte sirena con encaje valensí de La Sposa comprado en Selecciones Albert de Cuenca, a quien agradezco que me trataran tan bien y me regalaran el can-can, las medias y la liga con el toque azul imprescindible en una boda. Acompañaba al vestido un ligero abrigo de tul con cola elaborado a medida en la misma tienda. Los zapatos eran unos Doriani de salón muy sencillos. Unos pendientes de Swarovski semilargos que fueron un regalo. Y lo prestado, una preciosa pulsera de oro blanco y amarillo que mi mejor amiga llevó el día de su boda. El ramo fue elaborado por Viveros La Mezquita, un sencillo bouquet de rosas David Austin blancas y brunias, muy cómodo y ligero.
Mi ya marido llevaba un sencillo pero elegante traje negro con camisa blanca. Zapatos clásico negros y como complementos una corbata negra muy fina, unos tirantes y un sombrero de media ala, además de un reloj que le regalé para la ocasión. Buscó un estilo rude boy y lo consiguió a la perfección.
Sobre las 12:15 empezaron a llegar los invitados y como pretendíamos sorprender desde el minuto 1, proyectamos un vídeo obra de Insignia Wedding muy gracioso, en el que era yo la que tenía que esperar al novio el día de la boda.
Todo estaba preparado y mi futuro marido me esperaba abajo, así que del brazo de mi padre y más que nerviosa me dirigí al encuentro.
La decoración de todo el evento corrió a cargo de Viveros La Mezquita, teníamos muy claro lo que queríamos y así se lo hicimos saber a Paula. El blanco y el negro tenían que estar presentes, además de darle un toque rústico y otoñal. Lo consiguió con una alfombra negra que nos llevaba hasta el altar, guirnaldas de piñas, soles de mimbre, paniculata y velas en el comedor.
Tuvimos una ceremonia civil divertida y emotiva a la vez oficiada por un concejal del ayuntamiento en el claustro del Parador. Los anillos nos los entregó una niña subida a un triciclo, toda la música fueron versiones a piano de Extremoduro, contamos con lecturas de nuestros familiares, leímos nuestros propios votos en el intercambio de alianzas y finalizamos con la ceremonia de la arena.
Mientras firmamos, los invitados nos esperaban en el patio del claustro, cañón de pétalos en mano. Los nervios ya casi habían pasado, solo quedaba esperar que todo lo demás saliera como siempre habíamos soñado.
Tuvimos un reportaje fotográfico por el casco muy divertido gracias a David y a Fidel de Insignia Wedding. Mientras, nuestros invitados disfrutaban del cóctel en el patio del Claustro, jamón ibérico cortado a la vista y canapés fríos y calientes regados con vinos de la tierra.
Aún con el nudo en el estómago, hicimos nuestro primer brindis como marido y mujer en el salón vicenciano. Optamos por una mesa imperial donde cada invitado pudiera sentarse a su gusto. Todo un éxito y un quebradero de cabeza menos para nosotros. Para comenzar una cremita de hongos y trufa, el pescado, un rodaballo con salsa de erizos y arroz salvaje, el plato de carne, carrilladas de buey asadas en su jugo con trigo salteado y para endulzar un pastel de toffe con crema helada de brownie.
Ya finalizada la comida nos dirigimos a la carpa donde disfrutaríamos de nuestro primer baile de casados y de 2 horas de música y barra libre. En ese momento fue cuando empecé a interiorizar todo y a darme cuenta que me había casado con el hombre de mi vida y tenía que disfrutar a tope lo que quedaba de día.
Terminamos la fiesta entrada la madrugada por los locales del casco de Cuenca y descansamos en la suite nupcial poniendo el broche de oro al día más feliz de mi vida.
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