La boda de Christian y Beatriz en Mos (Santa Eulalia), Pontevedra

Otro de los momentos de emoción en casa fue el regalo sorpresa de mi ahora marido, un ramo de flores, con un regalo y una nota, donde ponía que era el día más feliz de su vida y que esperaba que fuésemos así de felices siempre.

Llegó el momento de salir de casa, para montar en el coche, pero el coche no estaba. He de decir que yo salí muy temprano de casa. Oí un tremendo ruido, subiendo hacía la entrada de mi casa. Nos quedamos todos con la boca abierta, menudo cochazo, un Bugati Royale del año 1928 (creo) en color blanco con capota desmontable, que cuesta un dineral, aproximadamente 1.000.000 euros. Mi marido fue en un Jaguar, también impresionante, en color azul y también descapotable. Ambos coches fueron regalo de unos muy buenos amigos.

Una de las primeras anécdotas: como en toda boda, quedas en salir en una hora y al final sales a tiempos distintos, con lo que puede pasar, que la novia llegue antes del novio. Es lo que casi nos ocurre, por un minuto. Nos salvó al chófer, que paró para descapotar mi coche y llegar a la iglesia para que me sintiese por un momento ¡como una princesa!

Estaba preparada para entrar de mi padre del brazo, escuché la marcha nupcial y no pude dejar de emocionarme, porque reconocí el sonido: mi primo y unos amigos me dieron la sorpresa de tocar mi marcha nupcial. ¡Un sorpresón! Pero no quedó la cosa ahí, una tía de mi marido, su ahijado y unos amigos, nos dedicaron unas palabras en el altar, que momento, ¡menudo llanto!

Terminada la boda, lo que nos esperaba al salir: lluvia de arroz, lentejas, flores y confeti, y como no, de fondoMy Heart Will Go On, tocada por mi primo y su banda.Momento besos, besos y ¡fotos!

Todo el mundo se dirigió a la finca a celebrar la boda. Espectacular el sitio, la comida y el servicio. Pusimos un libro de firmas en el cóctel para que nos dejasen un mensaje. Entramos al banquete y llegaron las sorpresas también para los invitados. Nuestros amigos y primos tuvieron que bailar unas canciones, lo hicimos para sorprender y para animar un poco la boda, aunque teniendo a los amigos que tenemos, la boda estuvo marchosa desde el momento uno hasta el final. Ah, pero quedaban más sorpresas, nos prepararon una canción de cómo nos conocimos, ¡muchas risas!

Todo el mundo en la pista bailó y se lo pasó bien y, para ir terminando la boda, Miguel, el videógrafo, pidió a nuestros invitados que nos dijesen unas palabras. ¡Qué gran sorpresa nos llevamos cuando vimos el video!

La verdad que ni mi marido y yo no tuvimos nervios en ningún momento, nos emocionamos muchísimo en muchas ocasiones y sonreímos en todo momento de la boda. Lo que podemos decir a todo el mundo que vaya a dar este paso es que se olvide de todo, se deje llevar, nada de nervios y lo que de verdad funciona es ¡sonreír, sonreír y sonreír!

Un beso. Perdonad por la extensión de mi crónica, pero es que eran ¡un montón de cosas las que pasaron!