La boda de César y Sonia en Peguerinos, Ávila

La ceremonia fue oficiada por un druida y una druidesa. Cada momento acompañado por una banda sonora 100% personalizada, lo que lo hizo altamente emotivo todo el tiempo. Pocos fueron los que quedaron sin soltar lágrimas. Mi marido recorrió del brazo de su madre el precioso paseo de piedras que cruzaba la pradera hasta el cenador con vistas al lago de la Aceña; yo lo hice del brazo de mi hermano pequeño, mi padrino, acompañada por mis 3 sobrinas y mis 4 damas de honor, que en esta ceremonia representaban las damas de los 4 elementos de la naturaleza: fuego, agua, aire y tierra. Handfasting, encendido del velón, salto de la escoba... Una lista interminable de momentazos épicos describen lo que fue una ceremonia inolvidable. Tal fue la conexión que tuvimos con el entorno, que presenciamos momentos como la aparición de grandes aves, especies de mariposas protegidas, mariquitas que se posaban en nuestras capas... Realmente increíble.

Después de la ceremonia, en la misma finca, dimos paso al cóctel amenizado por dos superprofesionales tocando folk irlandés. Aquí los invitados (la inmensa mayoría increíblemente caracterizados) comenzaron a desatar su vikingo interior, especialmente los amigos del rugby, ya podéis imaginar... El banquete, liderado por un menú buenísimo, estuvo representado por un sinfín de sorpresas por parte de unos y otros. No había plato sin baile y regalo ni momentos en los que no tuviéramos que agradecer a alguien por compartir el día con nosotros. Tuvimos una suerte inmensa de estar arropados por gente tan increíble.

Por último, para rematar lo que estaba siendo un fin de semana idílico, comenzó el momento de la fiesta, inaugurado por un curradísimo baile que constaba de dos partes: una canción lírica y una bachata. Lo decidimos así para representar el momento en el que dejábamos la boda celta atrás y comenzábamos la fiesta, aunque las sorpresas no dejaron de seguir apareciendo. Al día siguiente, nos volvimos a reunir todos en el gran salón para desayunar (los desayunos al mismo nivel de cantidad y calidad de todas las comidas anteriores), y poder darnos el último abrazo antes de despedir lo que había sido el mejor fin de semana de nuestras vidas.