La boda de Alvaro y Laura en Madrid, Madrid
Al aire libre Verano Blanco 6 profesionales
A&L
03 Jul, 2015El día de nuestra boda
Un año entero preparando este día y sin darnos cuenta llegó nuestro 3 de julio.
Decidimos dormir juntos y pasar todas las horas sin separarnos (hasta que tocó vestirse) porque para nosotros era nuestro día, y nos daba pena no vernos hasta las 8 de la tarde que nos casábamos.
Preparamos todas las cosas (ropa, últimos detalles, neceser...), nos fuimos a comer (lo que pudimos, ¡porque no nos entraba nada!) y empezaron a llegar los amigos que viven más lejos que venían de viaje solo para ver cómo nos dábamos el sí quiero.
A las 3 fuimos hacia la finca, nos casamos en el Complejo La Cigüeña, en Arganda, Madrid. Nada más ver este sitio supimos que nos casaríamos allí. Tenía todo lo que habíamos puesto en nuestra lista de boda ideal, ¡allí estaba! Ceremonia al aire libre en un jardín precioso, carpa con un jardín con agua, un lago a nuestras espaldas durante toda la cena... ¡un paraíso!
Al llegar al complejo, con un calor de infarto (¡41 grados!) todo estaba radiante. Preparado para nosotros... ¡los nervios empezaron a entrar en acción!
Seguir leyendo »Y ya sí, nos despedimos, nos dimos nuestro último beso de solteros, antes de vernos al final del pasillo. Aún me acuerdo de ese beso y me sale la sonrisa.
¡Y la cosa empezó a animarse! mi bungaló se llenó con familia que no dejaba de entrar y salir, mis damas de honor que estaban eufóricas, la peluquera, la maquilladora, mi fotógrafa... ¡qué bien me lo pasé! Sin duda, recuerdo los momentos en los que me arreglaba con muchísimo cariño. Todo el mundo estaba super feliz y con muchas ganas de pasárselo bien. Las risas no paraban, los selfies, las fotos posadas y robadas, el secador, el maquillaje, los cotilleos... ¡y las lágrimas!
Mis damas me dieron una sorpresa gigante, ya que yo no sabía que vestidos ni complementos iban a llevar. Me guardaron el secreto hasta el último momento y me dejaron con la intriga hasta el final... ¡y qué sorpresa! Todas a juego, ideales, divinas, preciosas, con su sonrisa más gigante ahí preparadas para compartir conmigo mi gran día.
Pero yo también tenía muchas sorpresas preparadas para esos momentos previos.
Primero para mi madre, tía y abuela, a las que les tenía unas pulseras de perlas preparadas junto con unas cartas para cada una... ¡ahí empezaron las lágrimas!
¡Y una sorpresa para mis damas de honor! Aunque he de decir que ellas me dieron mil sorpresas más que yo a ellas... ¡qué haría sin mis chicas! A ellas también les escribí una carta y se la di junto con su ramo a juego con el mío... ¡y vuelta a las lágrimas!
A su vez, tenía una última sorpresa para mi futuro marido. Le había comprado un reloj y escrito una carta de esas que "llegan a la fibra" sin que él lo supiera y se lo llevaron a su habitación mientras se arreglaba.
Y llegó el momento de ponerme mi gran vestido de princesa con escote asimétrico que tanto me había hecho soñar, montarme en el coche y cruzar la calle que me separaba de mi marido. El recorrido fue cortísimo, ¡pero a mí se me hizo eterno! Podía ir viendo por la ventanilla a lo lejos a la gente revoloteando y cogiendo sitio en el jardín... ¡qué nervios!
Ese momento se pasó volando, todo eran nervios y gente saludándome... y al fondo ¡él! esperándome, llorando de emoción al verme... no podía dejar de mirarle, pobrecito mío ¡como lloraba! Sin duda mi gran recuerdo de ese día fue mi marido con esa cara mirándome, después de 9 años juntos, enamorado totalmente.
La boda fue preciosa, con un sol radiante y toda nuestra gente allí aplaudiendo cada momento y llenos de emoción. Menos mal que preparé sobrecitos con pañuelos para lágrimas de felicidad, porque hicieron falta... ¡y paipáis, madre que calor!
Para la ceremonia decidimos apostar por la música que más nos identifica y que significa cosas para nosotros, como la bso de Forrest Gump, melodías de el señor de los anillos, Fix You de Coldplay, Chasing Cars de Snow Patrol y Marry You de Bruno Mar.
¡Y llegó el coctel y la cena! ¡Qué grandes momentos! ¡Qué divertido! Habíamos preparado muchas cosas para que todos se lo pasaran genial. Un marco de Instagram con nuestros nombres, nuestras iniciales hechas en casa con mucho trabajo, un corner de belleza para que todas se pudieran retocar (¡fue un éxito! Por allí paso hasta el novio), para los niños un castillo hinchable (en el cual acabamos todos a las 4 de la mañana), una barra de mojitos que triunfó sin duda, un rincón con chapas con frases divertidas para que todos eligiesen las que más iban con ellos (¡no quedó ni una!), un showcooking… ¡Qué rápido se me pasó ese rato! Solo recuerdo a todo el mundo riendo y pidiéndonos fotos.
La cena, en principio iba a ser más tranquila para dejar a la gente descansar un poco para que bailasen a lo grande, pero gracias a mis damas de honor y nuestros grandes amigos, ¡fue de todo menos tranquila! Un baile sorpresa, lecturas de cartas mega tiernas y emotivas que nos hicieron emocionarnos, regalos super trabajados y con mucho amor, un no parar de “que se besen” y “vivan los novios”. Pero sin duda el momento más TOP llegó cuando empezó a sonar She’s the one de Robbie Williams, y mi ya marido cogió el micrófono, se sacó una carta del bolsillo y empezó a leerme las palabras más bonitas que había escuchado jamás. ¡Ese es mi chico!
Y después de todas las risas y las lágrimas de la cena, llegó nuestro primer baile. La verdad es que apenas lo habíamos ensayado, más bien eran unos cuantos pasos aprendidos por encima, ¡pero salió bien! Todo el mundo con sus barritas fluorescentes en alto iluminando nuestros primeros pasos de baile. Y después… ¡la fiesta! Bailes, risas, fotos en el photocall con la polaroid que habíamos preparado (lo recomiendo 100%, ver esas fotos después es divertidísimo), momentos en el baño con las chicas de los que no se olvidan jamás…
Todas las novias dicen que se pasa muy rápido y que no te enteras. Si es verdad que se pasa rápido, pero yo me enteré de todo, tengo todos los momentos grabados en mi memoria y cada vez que me acuerdo me emociono. Sin duda alguna, el mejor día de mi vida. ¡Me casaría mil veces más!
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