La boda de Alberto y Lucinda en San Lorenzo De El Escorial, Madrid
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A&L
28 Ago, 2020El día de nuestra boda
Nos hubiésemos casado en mayo, de no ser por el Coronavirus y el confinamiento, y cambiamos la boda al 28 de agosto. Las invitaciones las hice yo misma, y el mapa antiguo del forro del sobre fue el mismo mapa que usamos para el seating plan en el restaurante. Hubo muchos momentos de incertidumbre, y vaivenes emocionales por las circunstancias que nos han tocado este año, así como bajas entre los invitados, pero una vez llegó el momento de la boda, todo aquello se olvidó y resultó perfecto. Llevar mascarilla no fue un problema, ni restó belleza al día. La gente fue responsable, y la mantuvo puesta salvo para comer. No pudo haber sido más bonito.
Me preparé en el hotel donde dormiríamos esa noche, en San Lorenzo del Escorial, que para mí es un lugar muy especial al que me unen muchas vivencias desde mi infancia, pues hemos venido mucho en familia al ser de aquí mi bisabuela. Estuvieron conmigo mis padres, mi hermana y mis hermanos, mi prima, y una de mis mejores amigas, que logró venir desde Italia. El ramo fue regalo de mi tío, y fue sorpresa.
Seguir leyendo »Fue mi padre quien me llevó del brazo al altar. La madre de mi marido, como madrina, fue con mantilla y peineta, según la tradición española, muy elegante. Nos casamos por la iglesia, y mi futuro marido estuvo muy emocionado durante toda la celebración. Creo que nunca asistiremos a una misa más bonita y sentida que la de nuestra boda. El cura es amigo nuestro, y supo hacer una homilía profunda y personal, que recordaremos siempre. La música del coro que contratamos, habiendo elegido nosotros el repertorio, ayudó a entrar en la atmósfera adecuada en cada momento. Personalizamos el ofertorio, haciendo partícipes a más invitados cercanos en la ceremonia aparte de en las lecturas y las peticiones. E hicimos una larga acción de gracias nosotros dos con la que todo el mundo lloró.
Una vez en La Herrería, donde celebramos la cena, todo resultó muy bien. Estaba atardeciendo, y resultó idílico. Pudimos poner listas de música elegidas por nosotros para cada momento, y la decoración que habíamos colocado el día anterior aguantó lo mejor que pudo el viento que se fue levantando a medida que avanzaba la noche. Todo fue al aire libre, que en verano es preferible, y también como medida de seguridad en estos tiempos. Hubo cóctel de pie, con puesto de quesos, y luego cena sentados. El padre de mi marido leyó un poema para nosotros antes de comenzar a cenar y, al final de la cena, mis primos y mi tía nos sorprendieron con una actuación cantando en directo. ¡La comida estuvo toda de 10!
Repartimos después unos detalles para los invitados, uno era un amuleto típico de Cerdeña, porque nos conocimos allí, y volvemos siempre que podemos como nuestra segunda tierra, y una botella de vino elaborada por una prima de mi marido, que tiene bodega propia.
Me cambié de vestido para bailar a uno más ajustado. Abrimos el baile con un vals clásico precioso, Los moldavos de Smetana, con aires rusos y luego el DJ siguió con salsa (nosotros somos muy de bailar esto), bachata y otra música latina. Todo el mundo que quiso mover el esqueleto lo hizo con la mascarilla puesta. La fiesta acabó muy pronto con las restricciones, pero la disfrutamos mucho.
Al día siguiente comimos de nuevo con la familia, y nos fuimos de luna de miel por Andalucía. Nos estamos enamorando más de España, aunque no fuera el plan inicial.
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