La boda de Alberto y Elena en Boadilla De Rioseco, Palencia
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A&E
28 Jun, 2014El día de nuestra boda
Sábado, 28 de junio de 2014, Boadilla de Rioseco (Palencia). Esto era lo que teníamos en la cabeza desde hacía un año: la fecha y el lugar en el que se celebraría nuestra boda. ¡Y rápidamente ese día tan esperado llegó!
Nunca olvidaré el transcurso de aquella última semana del mes de junio, muchos nervios que hacían que ambos estuviéramos algo irascibles, cosa rara en nosotros. Sin embargo, fuimos muy previsores y tuvimos todo preparado con el suficiente tiempo de antelación como para que nos pudiéramos relajar a última hora. Del lunes al viernes de esa semana, tanto Alberto como yo tuvimos que ir a trabajar. En la oficina, a mí no me paraban de aconsejar mis compañeros lo esencial que era el hecho de dar una patada a los nervios, pues ellos nos impedirían en gran medida disfrutar del día más importante de nuestras vidas, y tantas fueron las veces que me lo dijeron que me debí de mentalizar y a partir del jueves me sentía muy calmada. ¡La lástima es que en el caso de Alberto poco hicieron estos consejos!
Seguir leyendo »Los dos salimos de nuestros respectivos trabajos a media mañana para poder viajar a Boadilla de Rioseco (Palencia) –vivimos en Madrid–, donde habíamos quedado con la chica de la floristería para dejar la Iglesia de Santa María más bonita que nunca. Allí estuvimos preparando la iglesia y dejando todo en orden para que el siguiente día fuera todo sobre ruedas.
Acabando la tarde, nos fuimos todos los que estábamos en Boadilla al Hotel Vittoria Colonna (Medina de Rioseco), donde habíamos preparado una cena con los familiares y amigos que habían viajado ese día para asistir a nuestro enlace y donde 24 horas después celebraríamos nuestra boda con todos ellos más los que llegarían el mismo día 28. Allí nosotros nos relajamos y disfrutamos con todos ellos, recibiendo su cariño y apoyo para el momento tan dulce que se avecinaba.
Esa noche, Alberto volvió a Boadilla para dormir en casa de su abuela, mientras que yo me quedé en el hotel con mis padres y hermana. Dormí bien y lo suficiente como para estar “fresca” el sábado. Me levanté y, tranquilamente, me duché, bajé a desayunar y me fui dando un paseo a la peluquería y a la esteticién, junto con mi hermana, mi madre y su prima. Al terminar no podía dejar de mirarme al espejo, ¡me sentía preciosa! Pero claro, quedaba algo muy importante: el vestido.
Seguidamente, comimos un poco (yo prácticamente nada) y nos marchamos a Boadilla, a casa de unos primos de mi suegro, donde mis padres, mi hermana, la prima de mi madre y yo nos vestimos. Allí sí que sí, una vez con mi vestido, velo, zapatos y complementos, no dejaba de mirarme. ¡Parecía una princesita! Siempre he sido muy crítica conmigo misma, pero ese día me sentía guapa de verdad. Allí disfrutamos de una pequeña sesión de fotos y de vídeo, en las que mi perrito (Chacky, un caniche de casi 12 años y que fue vestido adecuadamente por el día que era) no pudo faltar.
La nota “negativa” (y va entrecomillado, porque al final no supuso ningún problema) fue que a cinco minutos para que llegaran los autobuses con los invitados procedentes de Medina, vino una nube negra y descargó lo que no está escrito. ¡Qué mal! Y yo pensando más en que ellos al llegar se encontrarían con ese panorama que en mi vestido blanco impoluto. Total, llamé a una amiga y le indiqué que no salieran del autobús hasta que parara de llover, porque era una nube que se marcharía. Y así fue: al poco rato no caía ni media gota. ¡Menuda suerte!
Se acercaban las 18:30, hora en la que comenzaría la ceremonia. Me asomé por una ventana discretamente (porque la casa donde estaba está justo enfrente de la iglesia) y vi cómo nuestros invitados estaban en la plaza de la iglesia, sacándose fotos, sonrientes, hablando, etc. ¡Una preciosa estampa! Fue entonces cuando mi hermana salió de la casa y, por expreso deseo mío, les invitó a todos ellos a entrar en la iglesia. Justo después, salí yo de casa del brazo de mi padre y junto a mi madre, quien hacía lo posible porque mi vestido esquivara los charcos que habían resultado de la lluvia. Toda la plaza estaba llena de vecinas de Boadilla, que no pararon de decir lo guapa que me veían; pero lo más emotivo fue cuando justo antes de entrar en la iglesia todas ellas me aplaudieron como nunca habría podido imaginar. ¡Es imposible describir el sentimiento de ese momento!
Al entrar, la iglesia estaba hasta los topes de gente, pero yo sólo veía a una persona: mi novio, mi Alberto. ¡Nunca había visto un novio tan elegante y tan guapo! Si ya estaba locamente enamorada de él, en ese momento ya… La ceremonia duró una hora aproximadamente, pero se me pasó volando, especialmente cuando mi hermana subió a leernos un texto que había estado escribiendo y con el que nos resultó imposible contener las lágrimas.
Terminada la ceremonia, salimos de la iglesia y allí estaban todos, preparados para tirarnos arroz, pétalos, confeti ¡y balones de playa! Alberto es vasco y son dos amigos vascos los que se encargaron de aportar la idea de los balones tan original. ¡Nos encantó! Dimos millones de besos a la gente que se acercaba a felicitarnos y darnos la enhorabuena. A continuación, nos encontramos con el coche de Alberto lleno de globos por dentro y de post-it por fuera con dedicatorias de los amigos, además del típico papel higiénico, latas, etc. ¡Asombroso!
Nos marchamos y llegó una sesión de fotos muy divertida, en la que además había salido el sol pero continuaba habiendo nubes, por lo que quedaron unas fotos preciosas. Al terminar, nos marchamos a Medina a disfrutar con los invitados de cena y discoteca.
Alberto tiene 28 años y yo 25, por lo que había mucha gente joven y nosotros queríamos darle un punto original a nuestro día. Así, tras el cóctel de bienvenida, los invitados entraron en el salón, a excepción de nuestros padres y, por supuesto, nosotros. Cuando ya todo el mundo se había acomodado, entraron los padres previa presentación por parte del dj y con la banda sonora de Piratas del Caribe; esta música se “empalmó” con el Megamix de la película Grease, entrando Alberto y yo con una coreografía preparada y a la que se unieron su primo, mi hermana y cinco amigos más. ¡Cuánto gustó a los invitados esta entrada! Fue la parte favorita del día según todos los presentes, jóvenes y no tan jóvenes.
Durante la cena hubo sorpresas varias, como la entrega del ramo de novia a mi sorprendida hermana, el homenaje a los tíos de Alberto con motivo de sus Bodas de Plata, detalles a padres, abuelos, hermanos y amigos más especiales, una tarta para una cumpleañera, parejas de novios para las dos siguientes parejas que se casan, un vídeo sorpresa muy emotivo dedicado a los padres ¡y sorpresas para nosotros! Un preciosísimo vídeo preparado por un buen amigo y en el que participó mucha gente, una lavadora con no sé cuánto dinero en monedas a modo de “putada”, un jarrón con infinitas pajitas clavadas con billetes dentro, un bonito poema, más sorpresas de mi hermana, etc. ¡Todo tan ideal!
Finalmente, baile de recién casados y discoteca con un photocall que dio lugar a momentos muy divertidos con muchas risas.
En definitiva, recuerdo y siempre recordaré el día de nuestra boda como el día más feliz e importante de nuestras vidas, un día que se pasa volando pero que te hace flotar en una nube de la que todavía hoy, casi un mes después y tras haber disfrutado durante dos semanas de una inolvidable luna de miel, no nos hemos bajado. ¿Lo mejor de todo? Estamos más enamorados que antes, y eso que parecía imposible. ¡Viva el amor y el matrimonio!
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