La boda de Alberto y Ana en Museros, Valencia
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06 Abr, 2019El día de nuestra boda
El día de nuestra boda fue un día de muchos contratiempos. Nos casamos en Masía de Lacy, en Museros. En la masía, aparte de celebrar eventos disponen de hotel, y decidí alquilar una suite para arreglarme allí mismo y salir andando hasta la ceremonia. Y de paso, me ahorraba el tener que buscar a alguien que me llevara. La ceremonia se celebraba por la tarde, a las 19:30 horas.
Nos casamos allí mismo, junto con un concejal del ayuntamiento. El jardín estaba preparado para hacer la ceremonia y el cóctel al aire libre. Pero el cielo estaba nublado y parecía que iba a romper a llover en segundos. Para rematar, hacía un frío tremendo. Tanto, que me tuve que comprar 3 días antes de la boda un bolero de pelo sintético por internet para no morir de frío. Y poco antes de la hora, se puso a chispear un poco y luego paró. Le preguntaron a mi chico si preferíamos hacerlo todo bajo un techado resguardado de todo. Pero claro, Alberto pensó en el dinero y tiempo invertido para que todo fuera en el jardín y les dijo que aguantaríamos hasta que no se pusiera a llover y no hubiese más remedio que hacerlo en otro sitio.
Seguir leyendo »Por otro lado, se alquiló un autobús para que recogiera unos invitados y media hora antes de salir hacia la masía, al conductor se le murió la batería del bus. Nos llamaron para avisarnos de lo ocurrido y que se les asignaría otro vehículo, pero tardaron demasiado y los invitados tuvieron que venir en taxis puesto que no llegaban a tiempo para la ceremonia, y entre ellos había un testigo que tenía que firmar nuestro enlace. La ceremonia se atrasó una hora y empezamos a las 20:30 horas.
Recuerdo estar en la entrada del hotel de la masía esperando una hora, nerviosa y pelada de frío, a que me avisaran de que ya estaban todos y podíamos empezar la ceremonia. El cielo nublado, oscuro, el frío… Sentí como mis energías se caían al suelo. Los fotógrafos no paraban de pedirme de hacer fotografías, pero yo estaba tan nerviosa y angustiada, que les tuve que pedir un descanso, porque tenía ganas de llorar (pero hice fuerza de no hacerlo porque si no el maquillaje se estropearía). Al fin llegaron todos los invitados y me dieron el aviso de que ya podíamos ir hacia la ceremonia.
Estaba hecha un flan, tanto rato esperando, tanta angustia... Pero todo cambió en cuanto vi a Alberto, esperándome emocionado al final del pasillo. Y al verme me dijo: ¡estás preciosa! Y sentí que todo había merecido la pena. A partir de ahí fue todo rodado y los invitados se lo pasaron genial. No pudimos hacer nada por el frío, solo que taparnos mucho, pero tuvimos la tremenda suerte de que no lloviera y el tiempo nos dejara disfrutar de ese maravilloso jardín. ¡Sin duda, un día para recordar!
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