La boda de Adriana y Josep en El Castell Del Remei, Lleida
Rústicas Otoño Rosa 9 profesionales
A&J
25 Oct, 2020El día de nuestra boda
Llevo el humor en las venas (sí, también arterias y linfáticos, es que en casa tenemos una médica). De hecho, creo que eso enamoró a mi por fin mujer, Adriana. Durante demasiados años, la broma más recurrente entre nuestros amigos era:
- Yo mismo: ¡Por fin tenemos fecha y lugar de boda!
- Quorum: ¡Aleluya! ¡Ave María! ¿Para cuándo y dónde el bodorrio?
- Y yo de nuevo: Pues como siempre, para cuando y donde diga Adriana.
Pues bien, para una vez en la vida (hasta la fecha), mi mujer no tuvo la razón. Íbanos a casarnos un muy especial 21 de marzo del 2020, en la misma iglesia donde se casaron mis abuelos, mis padres e incluso suegros (El Castell del Remei) y con un banquete de 5 estrellas por todo lo alto en La Boscana (Bellvís, Lleida). Íbamos... pues la Covid-19 arruinó mi superelaborada broma.
- Adriana: ¡Ves como no soy yo quien manda en casa! Para eso está el maldito virus.
La Covid-19 arruinó mi broma (ya épica), pero NO pudo con nosotros. Nos casamos un inolvidable, único e irrepetible 25 de octubre del 2020. Sí, no hubo banquete ni baile, tampoco besos ni abrazos (bueno, detrás de las cámaras los que queráis), pero fue un día mágico que no cambiaría por nada. Después de meses de caras largas y enfados que nos hubieran llevado al divorcio de estar casados, optamos por simplificar.
Seguir leyendo »¿Qué hace falta para casarse? Pues realmente muy poco: los novios, el "sí", los testigos y mucho papeleo. Sí, ahora pongo el tono "cursi": también hace falta amor. En nuestro caso, de muy larga evolución (debutó un 27 de junio del 2004): ¡pero sin fecha de caducidad!
Se puede adornar con los complementos que queráis, pero la esencia no viene de vestidos de 21 botones, ni banquetes ni bailes eternos que culminan con una fondue de chocolate en la madrugada (y múltiples pisotones...). La esencia viene de los novios y el deseo de compartir su cariño con las personas más queridas.
Nos despertamos juntos y desayunamos en nuestra casita de la calle Tramuntana como auténticos reyes (sí, somos de esos modernos que viven en pecado): toritas de quinoa "tipo hamster" gluten-free con 2 lonchas de jamón de pavo y un buen tazón Disney de leche de "arena" (así llamamos en casa a la leche de avena) para ella. Y una docena de cruasanes con chocolate con leche para mí.
Sí, una buena docena y sin exagerar. De hecho, los fui a comprar a escondidas justo el día antes. Llevaba un mes a dieta bajo la muy estricta directriz de una endocrina de lo más dura, de hecho, mi ahora mujer. Recordad que la fecha inicial era marzo y estábamos en octubre (8 meses de diferencia y algunos kg). Con vuestro permiso, usaré mi excusa favorita (y la de los pacientes de Adri): es que, a ver, ya se sabe que, con el confinamiento, ejercicio poco por orden estatal...
Cogimos el coche camino a nuestra ciudad natal. Adriana se quedó en su casa, yo en la mía. Traje, con ayuda de mamá; zapatos, con SOS de hermana; corbatín y gemelos, socorro de papás. Foto aquí y foto allá, lagrimilla, sonrisa. Luego camino de la iglesia y... A esperar. Adriana, cariño, quedamos 10 minutos, ¡no media hora! Aquí mi consejo: mejor que vuestra chica os lo deje por escrito, os digo yo que la palabra de poco sirve en estos casos.
Pero hubiera esperado durante horas, días o semanas, pues la magia de aquel instante en que por fin sonó la banda sonora de Ghost y apareció ella superó de largo la entrada de la novia que llevaba durante años soñando y deseando. Nuestro abrazo, aplausos y muchas lágrimas, pero de alegría.
Sucedió todo muy rápido, apenas recuerdo mis palabras y movimientos. De repente, Adri dejó de ser mi novia para ser mi mujer. Todavía me cuesta usar "mujer": ¡ya veréis cuando os toque! Mi mayor recuerdo: felicidad y gratitud. Gracias (con mayúsculas) a las personas que dejaron el miedo a un lado y nos acompañaron ese 25 de octubre pude sentirme una vez más el hombre más afortunado del mundo.
Con o sin pandemia (llámese peste, lepra, gripe española, gripe aviar, gripe porcina o gripe del lagarto, esperad, que me dejo la de moda, la Covid-19) la magia que fluye entre los novios hace que cualquier boda sea un día inolvidable por siempre jamás. ¡Con Covid sí se puede!
J & A.
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