Escogí la cocina porque quería ser diferente de mis compañeros del colegio y no estudiar lo que estudiaba la mayoría. Hace 22 años los cocineros no éramos mediáticos como ahora. Cuando nos preguntaron en el colegio qué quería estudiar y dije cocina, todos mis compañeros se giraron para mirarme y pensé: he acertado. Para mi la cocina es creatividad y disfrute. Estudié en el centro Juníper Serra, en Palma de Mallorca, y me he formado en diferentes restaurantes y hoteles. Pero mi cocina es autodidacta. Intento comer en diferentes restaurantes e inspirarme, pero no sigo el camino de otros.

Comencé en mi restaurante de Lloseta sin prisa pero sin pausa, solo y con pocas mesas, sopesando la reacción de los comensales. Al principio, si tenía más peticiones que género en la cocina, no buscaba un hueco al comensal sino que le pedía que volviera otro día o que reservara mesa, así podía atender bien a mis clientes. Contraté a un camarero que también se encargaba de las reservas. Y así poco a poco fui llenando el restaurante y ampliando la lista de espera. Cuando comprobé que el negocio podía funcionar me trasladé al local que ocupo ahora, que fue la casa en la que vivió mi abuela, justo en el centro del pueblo. Hay muy pocos restaurantes donde los clientes, nada más terminar, ya estén reservando mesa para el mes siguiente. Pura devoción.