La boda de Víctor y Esther: diversión y romanticismo en un auténtico festival veraniego
Soñaban con una boda diferente, personal y divertida... Y así fue. Después de años de noviazgo, Esther y Víctor decidieron celebrar su amor convirtiendo la tradicional boda en una fiesta única, ambientada en la magia de los festivales veraniegos.
Después de varios años viviendo una historia de amor única, Esther y Víctor decidieron dar el gran paso y convertirse en marido y mujer. No obstante, esta pareja de jovenes tenía algo claro desde el principio, y es que soñaban con darse el "sí, quiero" en un enlace alejado de convencionalismos, donde su personalidad marcara una huella distintiva y única. Por ello, se pusieron manos a la obra y comenzaron a organizar el que se convertiría en uno de los días más bonitos en su historia de amor.
Intentando conseguir la originalidad en cada detalle, Esther y Víctor buscaron un punto perdido en el mapa en el que poder celebrar su romántica cita. Amantes empedernidos de los festivales veraniegos, los futuros novios se decantaron por un lugar que les ofrecía todo lo necesario para convertir su celebración en un auténtico festival. Por ello, una vez escogido el sitio –una masía aislada en El Garraf, Barcelona–, Esther y Víctor enviaron sus invitaciones de boda citando a sus más queridos a una peculiar fiesta a finales de verano. Llegado el gran día –y conforme iban llegando– cada invitado recibió una pulsera simulando los clásicos diseños que se ponen en este tipo de eventos.
Su boda se caracterizó por una gran personalización, hecho que se reflejó desde la ceremonia hasta la fiesta postboda. Su unión la oficiaron dos personas muy cercanas a la pareja, algo que convirtió ese momento en un instante emotivo y divertido, dentro de un ambiente completamente distendido. Seguidamente, amigos y familiares de los novios tomaron la palabra para contar las distintas anécdotas vividas con la propia pareja, y así continuó hasta la entrega simbólica de los anillos y, por supuesto, hasta el gran beso. Respecto a la decoración, Esther y Víctor siguieron esa misma línea personalizada y apostaron por elaborar cada detalle a mano. Así, fardos de paja, pequeñas bolitas de algodón de colores esparcidas por el suelo, luces, lazos, faroles y telas blancas –entre un sinfín más de elementos– cubrieron toda la decoración de su escenario. En cuanto al menú nupcial, los novios volvieron a sorprender ofreciendo más de treinta tipos de canapés, tapas y platos, que lograron conquistar a todos los paladares. Además, apostaron por eliminar las clásicas mesas del banquete nupcial, colocando mesas altas que permitían apoyar la vajilla. La tarta también sorprendió a todos los asistentes, pues el tradicional pastel nupcial se presentó elaborado con donuts de azúcar glas.
Durante la ceremonia y la fiesta postboda, los novios brillaron por completo. Ella lució un precioso vestido de corte imperio y él, camisa, tirantes y pajarita. En el primer baile, ambos se pusieron unas zapatillas personalizadas y conquistaron la pista de baile por completo. Cuidando al detalle la selección musical, los dos bailaron juntos la primera pieza y, de forma progresiva, fueron sacando a sus más cercanos a bailar. El broche de oro a esta mágica fiesta lo puso un fantástico candy bar que sació el apetito de muchos de los presentes a altas horas de la madrugada.
En definitiva, la boda de Esther y Víctor se convirtió en una gran fiesta y en uno de los días más importantes para la pareja, que tanto amigos como familiares pudieron disfrutar. También lo hizo el equipo de Taboada Fotografía quien, en un reportaje de bodas absolutamente brillante, supo reflejar a la perfección el gran día vivido por todos... Un enlace convertido en una auténtica fiesta que no podéis perderos.