La boda de Raúl y Ana: un inocente intercambio de mensajes que terminó en "sí, quiero"
Tal vez lo dictaba el destino o ellos lo escribieron... ¡Su conexión fue total desde el primer minuto! Encontraron el amor de su vida el uno en el otro y, tras años de noviazgo, lo celebraron con sus más queridos de la forma más especial y personal.
Una amiga en común con alma de celestina vislumbró la pareja perfecta en Raúl y Ana e insistió para que se conocieran. Anticipándose a la formal presentación, Raúl confió en esa brujería –de su íntima amiga y más que compañera de trabajo de Ana– y lanzó el pistoletazo de salida con un e-mail. Pasaron meses en los que los protagonistas de esta historia de amor estuvieron conectados intercambiando mensajes y mensajes, hasta que los dos se dieron cuenta de que su complicidad pedía a gritos que le plantaran cara al asunto. Y así, en el mítico barrio de La Latina de Madrid, tuvo lugar el primer encuentro de muchos. Nació una relación que llevaba impreso el sello "para siempre".
¡Un regalo mágico!
Tras ocho años de amor recorriendo el camino de la vida juntos, fue él quién se encargó de citar a la mujer de sus sueños en el restaurante favorito de los dos y proponerle matrimonio el día de su cumpleaños. Sin duda, ¡para Ana ese fue el mejor regalo que podía esperar! Les permitió retomar la ilusión tras un momento muy duro y poner fecha a ese "algún día" que siempre estuvo en el aire, pero que no por ello dejaba de ser un sueño compartido.
Adiós estridencias, hola emociones
La pareja decidió que El Palacete de La Ochava, ubicado en Valdilecha (Madrid), cumplía con todas sus expectativas para contextualizar la boda personal y única –con infinidad de detalles– que querían. Tanto la ceremonia como el aperitivo y el posterior banquete se celebraron en el mismo lugar, donde además hospedaron a todos sus invitados para que no tuvieran que preocuparse por nada en absoluto. ¡Todos sucumbieron al ver los colgadores de cartón que encontraron en los pomos de sus habitaciones!
Con la llegada del novio y la majestuosa entrada de la novia en coche de caballos, la ceremonia civil estuvo cargada de emociones: tanto los novios como los familiares y amigos vibraron con los sentidos votos y se rindieron ante la idea de sustituir los tradicionales anillos por llaves de hierro forjado como símbolo de apertura de sus corazones. Muchos hicieron uso de los pañuelos que encontraron en sus respectivas sillas, junto con un saquito de arroz y una carta de bienvenida.
Durante el banquete tuvieron especial protagonismo las mamás, la afortunada que recibió el ramo de novia y todos aquellos que fueron partícipes de algunas de las muchas sorpresas que los novios habían preparado con todo su cariño, como regalar suerte y entregar décimos de lotería.
Y, para que todo saliera redondo, la fiesta de cierre contó con música en vivo, candy bar repleto de golosinas, photocall temático y una piscina iluminada con letras XL que incitaba a tomarse fotos.
¡Impecables!
Para la ocasión, los novios marcaron su esencia de pies a cabeza. Raúl se decidió por un look atrevido y con mucho estilo: camisa rosa con pantalón azul marino y americana de cuadros multicolor. Como complementos: pajarita con topos, tirantes y zapatos de piel entretejidos.
Por su parte, Ana se enfundó un impresionante vestido de novia de color champagne que presumía de delicados encajes, con solapas en el escote, medias mangas y apertura y botonadura delantera. Lo complementó con zapatos de tacón, pendientes con perlas, ramo sencillo en blanco y verde, y un bonito tocado con flores moradas a juego. No abusó del maquillaje, se peinó con raya lateral y ondas suaves y lució una manicura y pedicura tan sutil como dulce.
Un recuerdo único
Mario Trueba fue el responsable de captar la magia del gran día B de Raúl y Ana. Las imágenes del profesional reflejan los sentimientos y los detalles que tanto estos novios como sus más allegados no olvidarán jamás. ¡Nos os las perdáis!