La boda de Raquel y José Manuel: los caballos como fieles testigos de su amor
Un concurso de salto en Vejer (Cádiz) lo cambiaría todo; Raquel y José Manuel se conocían en 2004 en un escenario mágico, donde los caballos eran protagonistas únicos. Doce años después, su amor se consolidaba en un sencillo y mágico "sí, quiero".
Todo comenzó en la ciudad gaditana de Vejer de la Frontera, lugar donde Raquel participaba en el concurso ecuestre Circuito de la Luna de Dehesa Montenmedio. Ese julio de 2004 cambiaría la vida de Raquel por completo, y no precisamente por nada relacionado con el mundo de los caballos; la presencia de José Manuel en el concurso marcó un antes y un después en el camino de ambos, pues decidieron comenzar a caminar de la mano. Pasados doce años de aquel primer encuentro, diez de noviazgo y con una preciosa hija de siete años, Sol, ambos enamorados decidieron –de mutuo acuerdo– dar un paso más en su consolidada relación: casarse.
Un escenario muy original
Aunque para Raquel y José Manuel contraer matrimonio no era más que un mero trámite para regular su estado civil, no quisieron dejar pasar la ocasión de compartir ese momento con sus allegados. Mediante una romántica celebración dedicada a familiares y amigos –un total de setenta personas–, la pareja convirtió las instalaciones de la Escuela de Equitación Equus, situada en El Cortijo de Buenavista de Vejer, Cádiz, y lugar donde impartían clases de equitación, en el mágico escenario de su "sí, quiero".
Un estilo de decoración allegado a la cultura árabe fue el elegido por la pareja para inspirar su romántica celebración. De esta forma, un estilo árabe único logró encajar a la perfección con el escenario y los deseos de la pareja, cumpliendo así todos sus sueños y expectativas. Alejados de convencionalismos, Raquel y José Manuel quisieron apostar por una gastronomía distinta en su enlace, y qué mejor que la cocina árabe para la presentación de un banquete nupcial absolutamente exquisito. En cuanto a decoración se refiere, la propia naturaleza jugó un papel imprescindible, y la vegetación y el heno de los caballos conformaron detalles tan esenciales como los asientos de la celebración. La esencia de la cultura árabe estuvo presente en cada pequeño rincón, sobre todo por la variedad de colores que la pareja empleó para forrar los asientos, por ejemplo, o para dar forma a otros detalles, como los centros de mesa o las alfombras que cubrían las maderas del suelo. Asimismo, la presencia de los caballos del cortijo puso el broche de oro al enlace, pues sin duda fueron el reflejo más fiel y apropiado de la vida de la pareja, así como de su propia historia de amor.
Todo salió mejor de lo previsto: el día acompañó hasta el último minuto, la familia logró aportar una dosis de energía indiscutible y la celebración, tanto en estética como en sentimiento, alcanzó una sencillez y una belleza absolutamente únicas. Del mismo modo, el concierto de rock ofrecido por el grupo Los Intocables durante la fiesta postboda fue un auténtico éxito. Y aunque para los novios –especialmente para la novia– su enlace se trató de un día raro, pues nunca se había imaginado vestida de novia en el mismo lugar donde cada día cuidaba de los caballos, lo cierto es que su boda se convirtió en un enlace en el que originalidad y personalidad brillaron por completo.
El look de los novios
En cuanto a sus looks, ambos apostaron por la sobriedad y la sofisticación. El novio eligió un traje de El Corte Inglés de chaqueta gris oscuro azulado y una camisa de lino azul clara, que combinaba con una corbata de seda en tonos clásicos. José Manuel escogió también unos zapatos hechos a mano en Valverde del Camino, el modelo Oxford de piel en marrón, en el mismo tono que su cinturón. Por su parte, la novia eligió un modelo en crepé de seda y tul diseñado por una costurera de Jerez, Carmen, e inspirado en un vestido que lució Tatiana de Grecia. El pelo lo adornó con un broche de plata y nácar, mientras que los pendientes –de plata y cuarzo blanco– fueron un regalo de su chico. Como zapatos, Raquel apostó por unos abotinados de ante crudo de Pier One.
Para conservar el mejor recuerdo de todo ello, el equipo fotográfico de True Romance hizo un excelente trabajo. Captura tras captura, consiguió alcanzar el reflejo más nítido de lo que significó ese día tan especial: la felicidad infinita en los rostros de Raquel y José Manuel, y la alegría inmensa en las caras de sus seres más queridos. No os perdáis este "sí, quiero" de ensueño.