La boda de Miguel y Águeda: el amor unió sus espíritus aventureros
Miguel y Águeda conocieron el amor gracias a su espíritu aventurero. Él, que acampaba desde pequeño, jamás imaginó lo que la vida, y ese hobby en concreto, le regalaría. Casualidad o destino, ambos jóvenes se dieron el "sí, quiero" en una boda única.
La pasión de Miguel por la acampada viene de lejos. Desde bien pequeño, el joven se aficionó a ir de campamento y, años más tarde, acabó convirtiéndose en monitor de este tipo de actividades. No obstante, lo que no esperaba Miguel es que, además de adquirir un sinfín de valores y habilidades, su pasión de la infancia le acabaría regalando lo más importante de su vida: su mujer.
Planes de futuro
Tras más de 4 años de noviazgo, y después de compartir un sinfín de fines de semana de acampada, amor y risas, Miguel y Águeda comenzaron a hacer planes de futuro. Durante una visita a ese campamento que vio crecer la magia de su historia, fue el joven el que decidió tomar las riendas y pedir matrimonio a la mujer de su vida. Como no podía ser de otra manera, Águeda no dudó en exclamar un gran "¡sí!".
Ciudad Rodrigo: testigo de su "sí, quiero"
Cumpliendo con los sueños de Águeda, la pareja se casó en Ciudad Rodrigo; un precioso municipio de Salamanca (Castilla y León), donde la joven vivió, de pequeña, momentos mágicos con su familia paterna.
Miguel y Águeda dividieron su enlace en dos lugares fantásticos de la población. Para recordar momentos inolvidables de la infancia de la novia, la pareja escogió la parroquia que la familia de Águeda solía frecuentar. Para el banquete y la fiesta postboda, ambos enamorados se decantaron por el palacio de Montarco; un lugar acogedor, mágico y lleno de pequeños detalles, situado en pleno centro histórico de la localidad.
Deseando celebrar una boda íntima y cercana, Miguel y Águeda se sirvieron de la belleza natural de ambos escenarios, que con pocos detalles vistieron. ¡No era necesario! Únicamente complementaron los mágicos rincones de piedra con una mantelería impecable, un sinfín de verdes, flores, velas, jarrones tintados de blanco y objetos de acero envejecido y vidrio. ¿El resultado? Un escenario impecable y natural, que logró desprender la esencia más romántica del estilo rústico vintage.
Entre otros detalles, sorprendió a todos que la familia de Miguel cantara para la pareja en la ceremonia, así como el vídeo que varios amigos hicieron para los recién casados. Miguel, por su parte, quiso declarar su amor –una vez más– a la mujer de su vida. Así, y con la ayuda de varios amigos, el joven le cantó un variado de románticas letras con un ukelele. ¡El momento fue indescriptible!
¡Únicos vestidos de novios!
Águeda apostó por un vestido sencillo y cómodo, pues su mayor preocupación era poder disfrutar de su "sí, quiero", bailar y pasarlo en grande sin estar pendiente de nada más. Como peinado, la novia escogió un recogido sencillo con dos trenzas que acababan en moño y un maquillaje suave, ambos obra de Sara Herraiz. ¡Precioso! Un bouquet de paniculata rosa acompañó de forma ideal a su maravilloso look.
El novio eligió un chaqué clásico, chaleco gris perla y corbata azul marino de lunares. Como zapatos, Miguel escogió unos tipo oxford que pusieron el broche de oro a un look auténtico y elegante.
Familiar, divertida e ¡inolvidable!
La boda de Águeda y Miguel se vivió de forma íntima y familiar. No faltó el amor de la pareja y un sinfín de risas que novios e invitados compartieron durante todo el día. De todo ello fue testigo el equipo fotográfico de Lucia Ybarra, que a través de un reportaje nupcial fantástico, captó la esencia más real de esta pareja. ¡Puro sentimiento!