La boda de Lorena y Raúl: dos almas flamencas seguras de que el destino existe
La chispa que surgió entre ellos de niños se despertó de nuevo cuando eran adultos, por lo que defienden que el cruce de sus caminos no fue casualidad. ¡Descubrid el "sí, quiero" rústico que unió en matrimonio a estos dos apasionados del baile!
Raúl y Lorena se conocieron durante la infancia en una escuela de danza. Compartieron momentos muy tiernos e incluso bailaron juntos en programas de televisión, pero cuando tenían 12 años la vida los separó. Raúl –"bailaor" profesional– decidió perfeccionar sus pasos en compañías como la de Antonio Canales o la dirigida por Sara Baras y empezó a viajar, perdiendo así el contacto con Lorena... Pero el destino, siempre caprichoso, quiso el reencuentro y se produjo en un espectáculo de flamenco en el que él bailaba. Ella acudió como espectadora y ambos descubrieron cómo resurgían los sentimientos ¡20 años más tarde! Raúl jamás la había olvidado y estaba convencido de que tarde o temprano se cruzarían para no volverse a separar. Y así fue. Con el tiempo se convirtieron en padres y decidieron que también querían ser marido y mujer.
La jornada prometía ser perfecta desde el principio
Sin desafiar a las tradiciones populares vinculadas con la meteorología, días previos al 17 de junio de 2017, la novia decidió ofrendar 40 huevos a Santa Clara para que brillara el sol el día que se casara con el amor de su vida. Y, por ciencia o superstición, durante el gran día de estas almas correspondidas ¡el termómetro alcanzó los 40 grados! Pero el calor seco no impidió que el día B fuera tan mágico como ellos soñaban. Así, durante los preparativos, los dos contaron con la compañía de su pequeña de dos añitos y Lorena recibió la visita de sus siete damas de honor vestidas con tutús midi azules, tops en blanco y cinturones con hortensias multicolor.
La naturaleza, el mejor telón de fondo
Esta pareja consideró que el mejor contexto para su boda era la Finca Prados Riveros - Casa El Palero que, ubicada en la localidad de Lozoya del Valle (Madrid), se encuentra en pleno Parque Natural de Pañalara –espacio protegido en la zona central de la Sierra de Guadarrama–, a tan solo una hora de la capital. ¡Una joya para un enlace tranquilo al aire libre con el verde como protagonista!
Cuando ya estaban listos para prometerse pasar el resto de sus vidas juntos tuvo lugar la ceremonia civil que contó con momentos especialmente emotivos, como cuando la hija de la pareja anunció la llegada de la novia o cuando Raúl sorprendió a Lorena en su entrada del brazo de su hermano. Tocó al piano la canción que los dos consideran "la suya": Orobroy, de Dorantes, acompañado del primo de su amada que hizo sonar el violín. Nadie lo esperaba y a muchos se les escaparon las primeras lágrimas de emoción aunque, obviamente, a quien más le llegó el gesto fue a Lorena.
Un vez casados, Raúl y Lorena quisieron aprovechar la belleza del enclave y sus alrededores. Por eso apostaron por fotografías románticas y espontáneas rodeados de árboles, con vistas al pantano. Mientras, a los invitados se les hizo la boca agua con el cóctel y disfrutaron con todos los detalles que los novios les habían preparado: chapas, pai-pais, sombreros de paja... y los temas de Paco de Lucía que amenizaron el aperitivo representando el espíritu flamenco de los novios.
Durante el banquete –que se celebró en carpas y contó con las delicias de Innkiper Catering y Servicios y decoración con objetos Mr. Wonderful u otros inspirados en el diseño propio de la marca–, destacaron los pergaminos personalizados y las tarjetas solidarias a favor de la investigación de la esclerosis múltiple que todos lo asistentes encontraron en sus sitios. Y también hubieron sorpresas, entre las que despuntó la que Lorena le preparó a su hermano: le regaló un cuadro con tres "P", la rúbrica que mejor define a su padre, fallecido anteriormente. Otros obsequios cariñosos fueron los arreglos florales que los recién casados repartieron a sus madres y abuelas, o la entrega del ramo de novia.
Para poner el broche de oro a la velada, los novios protagonizaron el primer baile con la canción Every breath you take, de The Police, y los amigos y familiares prendieron bengalas para que el momento fuera todavía más mágico. Y así se animaron a bailar con el repertorio musical de High Volume Event y cayeron rendidos ante el candy bar, el cigar bar adornado con fotos que los involucraban, el photocall y el photoboth.
¡Vestidos como siempre quisieron!
Ambos encontraron sus atuendos en Vainise Bodas. Lorena se decidió por un modelo de St. Patrick sencillo pero sofisticado, distinguido por mangas cortas rematadas con pedrería y espalda descubierta, de corte sirena. Como complementos: el velo de casi dos metros de largo que siempre vislumbró en su propia imagen de novia, pendientes discretos, tocado perlado y ramo preservado de eucalipto, paniculata y astilbe burdeos. ¡Silvestre como la apuesta floral de la ceremonia! Los accesorios estrella fueron los zapatos de Uniqshoes que diseñó ella misma en azul celeste –a juego con parte de los outfits de sus damas e hija– con la palabra "papá" escrita en el interior para sentirlo cerca en un día tan significativo. Por ultimo, el maquillaje suave corrió a cargo de MAC Cosmetics y del moño tipo bailarina con ralla en medio se encargaron los profesionales de la Peluquería Ampelis.
Por su parte, Raúl confió en Roberto Vicentti para la confección a medida de su traje de novio azul. Decidió combinarlo con camisa blanca con botones contrastados, tirantes, corbatín y chaleco grises y calzado Lottusse.
Las imágenes de la mirada testigo
Gracias a Mad Media Bodas –videógrafo responsable del enlace– y a la fotógrafa Beatriz Tudanca, estos novios conservan en vídeo y fotos el mejor recuerdo de su matrimonio. No os perdáis el encanto de las imágenes. ¡Con la luz y el enfoque más oportuno, narran la felicidad que se respiró en cada esquina!