La boda de Antonio y Alicia: el estilo victoriano y el steampunk invaden un enlace único
La timidez de Antonio y Alicia no evitó que ambos se conocieran y se enamoraran. El centro de Madrid fue testigo del nacimiento de un amor inolvidable, y Pinilla del Valle vería como ambos se daban el "sí, quiero" en un enlace lleno de personalidad.
Una amistad en común brindaría una oportunidad única en las vidas de Antonia y Alicia. Durante la celebración del cumpleaños de una amiga que ambos compartían, la pareja se conoció y comenzó un juego de flirteo que –en apariencia– no sería más que el simple tonteo surgido del ambiente festivo de la capital. Después de esa larga noche madrileña y de un inocente intercambio de teléfonos, Antonio y Alicia iniciarían un noviazgo que vivirían intensamente durante ocho magníficos años. Tanto es así que –ya en su primer año como novios– ambos conocerían al verdadero amor de sus vidas: su hijo Adrián.
Del "estamos bien como estamos", pasando por el "hoy en día no hace falta casarse" y el "podríamos hacernos pareja de hecho", Antonio y Alicia comenzaron a tomar notas en un Excel donde recopilarían todos los gastos de la celebración de su enlace. Finalmente, la pareja decidía casarse en un acuerdo mutuo que acabó consolidándose en el tiempo.
El Corralón del Embalse, en Pinilla del Valle, fue el lugar escogido por Antonio y Alicia para vivir su idílico día nupcial. Una preciosa finca rústica situada en un marco natural incomparable en las cercanías de Madrid. La pareja apostó por la originalidad y por reflejar su personalidad fundiendo la decoración de su enlace en una mezcla de estilos victoriano/lovecraftiano con tintes de steampunk única. En definitiva, su boda se caracterizó por la belleza de un escenario natural teñido por la fantasía, la influencia del romántico barroco y una elegancia indiscutibles. La ayuda de Lola –dueña del Corralón– y las ganas de la pareja de crear un ambiente sin igual en su boda, hicieron posible la celebración de un enlace temático inolvidable, vivido al aire libre a orillas del embalse de Pinilla y bajo el mágico cielo del atardecer.
Asimismo, la celebración contó también con la influencia del estilo decimonónico del restaurante, que consiguió encajar a la perfección con la temática que enamoró a la pareja desde un principio. Candelabros plateados repletos de velas, relojes antiguos, mesas y aparadores de madera noble, retratos de la familia vestida del siglo XIX, un libro de visitas inspirado en los clásicos tomos de una biblioteca arcana, plumas como bolígrafos, calaveras, ilustraciones de criaturas de los relatos de Lovecraft como tarjetas para las mesas del banquete... Cada detalle colaboró para que la boda de Antonio y Alicia se convirtiera en un auténtico viaje al pasado.
Al margen del enlace civil –que ofició el marido de Lola, la dueña del Corralón–, la boda de esta pareja se distinguió por la realización de un rito pagano con ecos de la tradición celta. La sacerdotisa de este curioso ritual fue Ana Béjar –amiga de la pareja y artista musical–, que colaboró en la redacción del texto que se leyó durante el momento más característico de la ceremonia. Del mismo modo, Santiago, Antonio y la madrina del enlace, Ximena –la amiga que les presentó ocho años atrás–, pusieron su grano de arena dedicando unas palabras a la pareja desde el altar y frente al resto de invitados. El Grupo Swan, compuesto por un cuarteto de cuerda y un tenor, se encargaron de tocar un repertorio de canciones que la propia pareja había escogido y que –sin quererlo– se acabaría convirtiendo en la banda sonora de su gran día.
Los fotógrafos de La boda de Lola, por su parte, tuvieron el privilegio de poder realizar el reportaje de una boda caracterizada por su temática y por todos los detalles que la compusieron, y llena de momentos emotivos e inolvidables. También se convirtieron en los testigos de un enlace en el que, tanto invitados como novios, lucieron magníficos metidos de lleno en la temática de la celebración. De este modo, la mayoría de los asistentes sorprendieron vestidos de época, y los novios consiguieron brillar con luz propia con unos fantásticos trajes victorianos. Alicia, la novia, diseñó y encargó su vestido a una modista de Inglaterra y realizó los últimos retoques con la ayuda de una modista madrileña. Como zapatos, apostó por unas merceditas negras con incrustaciones de tacón plano. Una gargantilla negra de estilo victoriano y unos pendientes a juego elegidos por la novia, así como el ramo de rosas rojas elaborado por la floristería del Monasterio del Paular, pusieron el broche de oro a un vestuario nupcial exquisito. Por su lado, Antonio apostó por un frac formal combinado con varias prendas de la época: un chaleco rojo de seda y cachemir, una camisa blanca inmaculada, una corbata negra de lazo y un sombrero de copa. Su look lo completó con un alfiler de perla para la corbata, un reloj de cadena y unos gemelos en forma de pulpo Lovecraftiano. En definitiva, el vestuario de un novio impresionante.
Una boda distinta, con un encanto personal y diferente, que bajo ningún concepto podéis dejar de ver... Enamoraos de Antonio y Alicia, y del que fue el día más especial de sus vidas.