Ilde y María: érase una vez una boda con pool party
De su Algeciras natal a su rústico e íntimo "sí, quiero", pasando por la mutua vida universitaria en Granada. Descubrid la historia y el encanto del gran día de Ilde y María... ¡tras 18 años de amor y con una hija en común!
Estos andaluces, naturales de Algeciras (Cádiz), se conocían de vista y alguna que otra vez habían coincidido en los mismos sitios por tener círculos de amistad en común. Sin embargo, no intercambiaron más que saludos hasta que empezaron sus estudios universitarios. Así, al inicio de sus respectivas carreras en la Universidad de Granada, se encontraron un buen día en la cafetería de la misma... María decidió acercarse para entablar conversación con la excusa de reconocerlo, pero ¡él también la había reconocido! De esta manera, la iniciativa de María propició que se hicieran íntimos amigos. Y tanto fue así que, tras algo más de medio año, descubrieron que lo que les unía era más fuerte que la amistad. Por ello, decidieron dar un paso juntos e iniciaron una bonita relación sentimental que no contemplaría final.
Propuesta: homenaje a un proyecto de vida juntos
Con un montón de momentos compartidos y varios sueños cumplidos, habían barajado la opción de casarse pero, finalmente, fue Ilde quién se animó a dar el paso y pedírselo a María. Durante un viaje con unos amigos a Priego de Córdoba, le pidió matrimonio en un templete. Mientras, sus compañeros de viaje –que estaban con los niños– aprovecharon para tomar fotos desde la lejanía. ¡Todo salió perfecto! Fue una pedida de mano tan discreta como emocionante, tal como su responsable planeó.
"Sí, queremos" un día B íntimo e informal
El enlace se enmarcó en El Molino del Puente, en Durcal (Granada). Se trata de un antiguo molino del siglo XVIII restaurado y convertido en finca rural, edificado junto a un puente romano y, al mismo tiempo, es un enclave ideal para celebraciones, rodeado por las Montañas del Valle de Lecrín. El atractivo paisajístico del lugar hizo que estos enamorados lo eligieran, pero también les convenció la posibilidad de que ellos mismos pudieran encargarse de toda la decoración, reflejando su estilo en cada detalle y consiguiendo la boda rústico-chic que deseaban.
Así, acompañados únicamente de 37 invitados –familia y amigos directos; sin compromisos–, se prometieron pasar el resto de sus vidas juntos en una ceremonia civil y lo celebraron con un banquete al aire libre con fiesta final. Destacó la entrada de la novia a la ceremonia mientras sonaba uno de sus temas preferidos: Sweet child o' mine, de Guns and Roses, así como las lágrimas de emoción y felicidad que se le escaparon a la misma –antes de intercambiar las alianzas de oro amarillo–, la apuesta floral de Floristería Armiflor, los rincones deco hechos por los protagonistas del día, alguna que otra sorpresa por parte de los invitados y, por excelencia, la fiesta final en la piscina.
100% Ilde y María
Para la cita, María decidió enfundarse un vestido de corte griego y escote cowl en la espalda, sencillo pero elegante, de Pronovias. Lo combinó con unas cuñas de color blanco roto, joyas familiares y un tocado de lavanda y flor de papel –a juego con la corona que lució su pequeña–, que remató su recogido bajo. Su complemento estrella fue un bouquet de flores silvestres y rosas pitiminí con camafeo –sujeto en el tallo de las flores–, dedicado a su suegra, con la que mantenía una relación muy especial antes de que falleciera.
Por su parte, Ilde decidió optar por un outfit más informal: vistió un pantalón y americana en color crudo y los conjuntó con una camisa blanca. Todo, de Zara. Y, como accesorios, incluyó un cinturón y unos zapatos de cuero marrón, prendido en la solapa y un reloj de esfera cuadrada en negro y dorado.
Pero no lucieron sus conjuntos bridal por mucho tiempo... Cuando terminó el convite, prescindiendo del baile como recién casados y lejos de lo que estipulan los protocolos, María e Ilde se vistieron con sus looks de piscina, al igual que hicieron el resto de los presentes. Bañadores, biquinis, chancletas, gafas de sol y, entre copas –servidas en las barras de cócteles de Eventos Vidal–, ¡nadie se quedó sin darse un chapuzón! Una auténtica pool party.
El mejor reflejo
El equipo profesional de fotografía de El Mundo de Egeria acompañó a los novios desde los preparativos hasta el final de la fiesta y capturó los momentos tal y como fueron vividos, sin artificios ni posados. El resultado fue impecable y totalmente fideligno a la esencia del día en que estas almas correspondidas se dieron el "sí, quiero" para siempre. ¡No os perdáis la selección de fotos!