El gran día de Blanca y Diego: sin pretensiones y ¡sencillamente precioso!
Blanca y Diego se conocían desde niños y, tras años de amor, se prometieron y se casaron. Para sellar su relación optaron por una boda que fundió varios estilos en su justa medida. ¡No os perdáis el día más mágico de esta joven pareja de sevillanos!
Blanca y Diego se conocen desde que pueden recordar, ya que sus padres e, incluso, sus abuelos eran buenos amigos. La buena relación de estos sevillanos dio pasó a un amor 100% auténtico que, a los 11 años de relación, puso la guinda al pastel con un "sí, quiero" totalmente afín a su estilo.
"De una boda sale otra boda boda"
Lo habían tanteado alguna que otra vez por cuestiones laborales, con visión de futuro o planteándose formar una familia... Y aunque sabían que tarde o temprano lo tendrían que hacer, de forma íntima o simbólica, nunca terminaban de decidirse. De hecho, Blanca bromeaba con que no lo harían nunca. Pero Diego, que tenía claro que quería casarse con la mujer de su vida, tomó la iniciativa. Le preguntó a su prima, también amiga íntima de Blanca, si podía aprovechar su fiesta matrimonial para pedírselo en compañía de muchos familiares y amigos en común y... así fue. Cuando comenzó el banquete se descubrió el secreto que el protagonista de esta historia y sus cómplices tenían guardado: se levantó, expuso su discurso y desató la locura al hincar la rodilla en el suelo diciendo "por eso, quiero preguntarte...". ¡Muy pocos pudieron contener las lágrimas!
Un día reluciente, como el oro...
La Hacienda Los Angeles, situada en Alcalá de Guadaíra (Sevilla), acogió el día B de estos enamorados. Con sus varios salones y grandes patios ajardinados, de aire árabe, hizo las delicias de Blanca y Diego, que no querían enmarcar su gran día en un cortijo andaluz ni en ningún espacio similar por no sentirse identificados. En cambio, apostaron por un enclave que les ofrecía la oportunidad de fusionar con celo y mimo los estilos que más les gustaban, consiguiendo una ceremonia civil, un convite y una fiesta a la altura de sus expectativas. Y así, con la sencillez por bandera, pero sin renunciar a la elegancia ni al encanto del toque chic más actual y totalmente evocador, su gran día se hizo real.
Prescindiendo del clásico coche nupcial, Diego llegó en una moto Harley-Davidson al interior de la hacienda. La ceremonia se decoró con cestos de mimbre, especies silvestres, alfombras de esparto circulares y con las cotizadas sillas Tiffany blancas. Fue emotiva, incluyó música en vivo con instrumentos de cuerda –una sorpresa para la novia– y terminó con lluvia de pétalos y una felicitación única: unos compañeros del novio –profesional de la aviación– pilotaron dos avionetas y sobrevolaron la zona con pasadas bajas. ¡Los asistentes sucumbieron con la singularidad y, sobre todo, con la personalización del momento!
En el convite destacó la mágica luz tenue y la vegetación del espacio, el seating plan hecho con puertas de cristal, unas galletas handmade con forma de diamante y la impecable presentación de las mesas –isabelinas, de madera, desnudas y decoradas con caminos de musgo natural, centros de mesa preparados por los novios con botellas, flores y velas, y el exclusivo menaje con ápices dorados–. Obviamente, el menú estuvo a la altura. Así, el Catering Dávila consiguió satisfacer a los paladares más exigentes con su propuesta gastronómica. Además, sorprendió con su bufé de postres... Finalmente, para terminar la fiesta, la pareja abrió la pista con un baile improvisado –al son de la canción favorita de los dos, All of me, de John Legend y Lindsey Stirling, y un remix final–, dio inicio la barra libre y convivieron los temas que interpretó un saxofonista en vivo con los que pinchó el DJ. ¡Diversión en un ambiente íntimo y distendido hasta el final!
¡Guapísimos!
Blanca vistió un traje de novia confeccionado en crepé, muy sencillo pero sensual, con una generosa abertura en la falda y espalda escotada. Lo combinó con complementos y matices dorados: un cinturón joya de inspiración natural, unas elegantes sandalias de tacón, de Gloria Ortiz, y una llamativa manicura efecto espejo en oro. Además, aportó brillo a su rostro con unos pendientes trepadores de estrellas, de Aristocrazy, que le regalaron sus compañeras de trabajo. Y añadió romanticismo al outfit con un bouquet de follaje y flores en tonos suaves –del que se encargó una gran amiga que no pudo asistir a la cita– y con su apuesta beauty: como peinado, la melena suelta con ondas sutiles y un tocado floral; y como maquillaje, la piel luminosa y los ojos ahumados. ¡Radiante!
A su vez, Diego apostó por la confección a medida de la casa Scalpers y vistió un traje azul marino, que conjuntó con una camisa en blanco, de la misma firma. Como accesorios, eligió calzado en marrón oscuro, una corbata de estampado Paisley con tirantes a juego, prendedor y joyas con mucho significado: unos gemelos de avionetas –que le regalaron sus padres cuando inició sus estudios como piloto– y un reloj que perteneció a su abuelo –cedido por su primo para una ocasión tan especial–. ¡Sobrio y elegante!
Todo el encanto inmortalizado
Rosseblanc fue la empresa especializada en reportajes de boda que escogieron estos enamorados para que se encargaran de su álbum nupcial. La profesionalidad se puede apreciar en cada fotografía de la mano de las tomas naturales y espontáneas, con la mejor luz y enfoque. ¡Descubrid el mejor reflejo del amor y la felicidad que reinó en el gran día de Blanca y Diego!