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Bodas

Ante todo, comunicación

De todos es sabido que organizar una boda resulta estresante para cualquier pareja y que los nervios pueden llevarnos a confusiones y peleas. Por eso es importante hablar y saber en cada momento qué esperamos del otro.

Admitámoslo. Aunque no debería ser así, son las chicas las que llevan el peso en la organización de la boda. Entre los chicos, hay quien se siente cómodo diciendo aquello de “tú lo harás mejor que yo” y hay quien no pone más de su parte simplemente por puro desconocimiento. Como con los primeros no hay remedio, centrémonos en los segundos.

A menos que tu chico lea a escondidas tus revistas de novias, estará más perdido que un pato en un garaje. Más aún si es el primero que se casa dentro de su grupo de amigos. Por ello es bueno que le digas todo lo que esperas de él, que lo pongas al día sobre tradiciones y que le guíes durante todo el proceso. Habrá cosas que no le podrás decir como, por ejemplo, que el novio suele tener un detalle con la novia el día de la boda. En ese caso, pídele a una de tus damas de honor que se lo deslice de forma natural.

Más cosas. Ten en cuenta que, a menos que sea un entendido en la materia, tu futuro no tiene ni idea de cosas tipo: que la flor de tu ramo debería coincidir con su prendido. Ello NO quiere decir que no tenga interés por vuestra boda. Implícale, pídele su opinión y pregúntale, simplemente, qué flor le parece más bonita.

No te ofendas si te dice: “No te hagas cosas raras en el pelo ni te maquilles demasiado”. Lo que te está diciendo, a su manera, es que quiere reconocer en el altar a la mujer de la que se enamoró.

También importante. Su opinión cuenta. Si se la pides y no coincide con la tuya, valóralo positivamente en lugar de enfadarte. No respondas con un “¿hablas en serio?”. El matrimonio, en esencia, va mucho de eso: discrepar y llegar a puntos de encuentro. Dale tareas que sepas que le van a gustar. Por ejemplo, la selección musical o, quizás, la negociación de los precios con los proveedores. Y, sobre todo, que se vista como quiera y no como se supone que debe vestirse. Pero, ante todo, comunicación. Mucha comunicación.